viernes, 24 de febrero de 2017

LOS COMUNISTAS HÚNGAROS SE AUTOINMOLAN Y CREAN UN PARTIDO SOCIALISTA DE CORTE PROOCCIDENTAL

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Budapest, 08.10.89

EL ESTE CAMBIA

El congreso del Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH, comunista) decidió ayer por abrumadora mayoría su conversión en el Partido Socialista Húngaro y aprobó la abolición de toda la estructura interna y un programa que propugna la democracia pluralista, el Estado de derecho y la economía de mercado. Con 1.105 votos a favor, tan sólo 159 en contra y 38 abstenciones, los delegados decidieron aprobar la propuesta de los reformistas. Con esta decisión histórica el nuevo partido rechaza todo hegemonismo y persigue el establecimiento de un sistema político plenamente homologable a las democracias burguesas" en ruptura total con la herencia totalitaria del POSH.
Imre Pozsgay, líder del ala reformista radical, logró en el congreso del Partido Socialista Obrero Húngaro una mayoría para marginar a sus dos rivales conservadores, Karoly Grosz y Janos Berecz, e imponer el cambio del nombre del partido y la aprobación de un programa netamente socialdemócrata con vistas a las elecciones de 1990. Pozsgay se perfila como triunfador en su lucha por la liquidación total de las fuerzas comunistas en el escenario político de Hungría. Descabezada la corriente conservadora principal con la caída de Grosz y Berecz, la inmensa mayoría de los aún recelosos de la vía democratizadora se unió ayer a la plataforma reformista. El resto parece condenado a la marginalidad en los grupúsculos ortodoxos comunistas.
Pozsgay había declarado horas antes que el congreso aún no había decidido si crearía un nuevo partido o se producirían una o varias escisiones. Sin embargo, los intentos de los conservadores de lograr una continuidad del POSH forzando la escisión de los reformistas radicales de Pozsgay, por un lado, y los ultraortodoxos, por el otro, quedaron abocados al fracaso.

Acercamiento a la CE
El líder reformista manifestó en una conferencia de prensa convocada urgentemente que contaba con el apoyo del presidente del partido, Rezso Nyers; del primer ministro, Miklos Nemeth, y Gyula Horn, ministro de Asuntos Exteriores, y que "la posición de Berecz ha sido totalmente rechazada". Aún había dudas el viernes sobre las intenciones de Nyers, que parecía buscar una salida que salvara políticamente a los conservadores. Nyers mostró reservas a la radicalidad de las propuestas de Pozsgay e intentó paliar éstas señalando que los "comunistas reformadores sí tienen sitio en el nuevo partido".
El nuevo partido pedirá su ingreso en la Internacional Socialista, propugna un acercamiento a la Comunidad Europea que lleve finalmente al ingreso de Hungría en la misma y se declara incondicionalmente partidario de la economía de mercado. El capitalismo tiene sus problemas, señaló Pozsgay, pero es lo mejor que se ha inventado hasta ahora", añadió.
Respecto a las implicaciones internacionales de la autoinmolación del partido comunista -la primera que se produce en la historia del movimiento comunista-, Pozsgay dijo que el camino adoptado por Hungría está inspirado en gran parte en Gorbachov, y que, en todo caso, "Hungría es una nación soberana y actúa soberanamente. Quiere relaciones amistosas con la URSS y todos sus vecinos". Según manifestó, mientras existan bloques, su partido no abogará por el abandono del Pacto de Varsovia. Pero los acontecimientos de los últimos tiempos demuestran que Hungría puede actuar soberanamente también siendo miembro del mismo.
Los comunistas húngaros entraron ayer en la fase decisiva del congreso, en el que una mayoría de los oradores se declaró incompatible con aquellos que intentan fórmulas de compromiso entre la tradición dictatorial de los últimos 40 años y el nuevo proyecto político en un sistema pluralista democrático.

Grosz, que el viernes aún intentó hacer frente común con los conservadores, anunció ayer su retirada de la política. Berecz, erigido en líder de los kadaristas contrarios a la ruptura total con el pasado comunista del partido, acusó desde la tribuna a los reformistas de "enviarlo a la hoguera". Totalmente desencajado, Berecz se comparó con Jan Hus, el reformador bohemio enviado a la hoguera por la Inquisición y acusó implícitamente a la dirección de traicionar a la militancia comunista. "Con la opinión sobre los comunistas que han expresado aquí, nosotros no podemos estar en el mismo partido", manifestó.

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