Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
21.10.89
EL ESTE CAMBIA
ENTREVISTA
Sir Ralf Dahrendorf, actual warden del Saint Anthony's
College de Oxford, es uno de los más destacados pensadores del liberalismo
moderno. Alemán, nacido en Hamburgo hace 60 años, comisario comunitario en
Bruselas, director de la London School of Economics, ha compaginado su labor
política, administrativa y académica con la publicación de una amplísima bibliografía.
Dahrendorf estuvo en Madrid para clausurar un curso de relaciones
internacionales de la Fundación Ortega y Gasset.
Dahrendorf pronunció una conferencia en la sede madrileña de
la fundación en la que analizó la evolución política en Europa, especialmente
en el este, y llamó a una intensificación de las ayudas de Occidente a los
países socialistas en transición. Según declaró, es imprescindible que, además
de las ayudas económicas en tecnología, inversiones y cooperación, se lancen
programas para crear en estos países la red de organizaciones e instituciones
necesarias para establecer sociedades civiles en estos países. Las
instituciones académicas y fundaciones privadas occidentales tienen aquí un
gran papel que cumplir, señaló.
Pregunta. Está usted últimamente volcado al estudio de
las transformaciones en el Este de Europa. Parece que estos fenómenos cierran
un ciclo abierto a principios del siglo. ¿A qué se refiere cuando habla del fin
de las ideologías redentoras?
Respuesta. Es cierto que se está cerrando el ciclo.
Asistimos en el Segundo y el Tercer Mundo a un dramático abandono del llamado
socialismo -y me refiero al socialismo real, sin entrar a discutir el término-. Diría que comenzó en el Tercer Mundo, desde Tanzania, tras la retirada de Nyerere,
cuando su sucesor enterró el concepto de socialismo africano, hasta Jamaica,
cuando Manley regresa diciendo que Norteamérica, [EE UU] es nuestro gran amigo
y queremos fomentar la libre empresa. Después, sin duda desencadenadas pero no
creadas por Gorbachov, comenzaron las cada vez más profundas dudas en el
imperio soviético. El por qué se explica con el gran boom de los años
ochenta en el mundo Occidental, que ha dejado descolgados a los países antaño
socialistas. Han quedado fuera de juego. Ahí están las causas económicas,
aunque existían fuerzas en Hungría y Polonia que buscaban ya cambios políticos.
P. Con el ocaso de esta ideología redentora, ¿cree que sólo
hay un camino de desarrollo en el mundo?
Alternativa al capitalismo
R. Con toda seguridad, no. Está usted hablando de Fukuyama.
El camino que él describe no es en absoluto desagradable. Pero, con toda
seguridad, no va a ser así. Por muchas razones. La historia continúa y tiene
mucha más fantasía que los asesores del Gobierno norteamericano. Por otra
parte, incluso hoy se ve que existen alternativas a las diversas formas del,
llamémoslo, capitalismo real y están en el fundamentalismo. Considero muchos
aspectos del nacionalismo en el Este de Europa y el resurgir del antisemitismo
como una nueva mezcla de fundamentalismo y fascismo. Este fundamentalismo goza
de atractivo en los países que buscan la libertad, y por eso creo que, por
desgracia, hay alternativas y Fukuyama simplifica.
P. Aún existen algunos teóricos y políticos de la izquierda
marxista que insisten en que las reformas en el Este no llevan al capitalismo y
que al final surgirá un sistema de la convergencia de los dos existentes. ¿No
cree que la convergencia ya ha sido hecha en Occidente?
R. Por supuesto. Eagleburger [el subsecretario de Estado
norteamericano Lawrence Eagleburger] decía hace poco algo muy interesante
respecto a que hemos pasado por tres fases de convicciones de efecto público.
Estamos en la tercera. La primera fue la teoría de la convergencia, de la
existencia de un solo modelo de sociedad industrial hacia la que nos dirigíamos
todos. Es la teoría de las 18 lecciones de Raimond Aron. Después pasamos a la
fase del statu quo, con la teoría de aceptar ambos sistemas como iguales
en derecho. Es la teoría del Acta de Helsinki de estabilización de ambos
sistemas.
Hoy, y en esto estoy de acuerdo con Fukuyama, hemos llegado
a la fase de descubrir que, si se consulta a la gente, ésta quiere vivir como
nosotros en Occidente. Para mí no era un secreto. Unos 1.000 millones de seres
humanos quieren vivir en Estados Unidos. No he oído de muchos que quieran
emigrar a la URSS a toda costa. Y esto se ve hoy diariamente con los refugiados
de la República Democrática Alemana (RDA). No quiero hablar de victoria o
derrota. Pero la atracción del socialismo real es nula.
Quien hable hoy de convergencia de sistemas intenta
desesperadamente aferrarse a cosas que no existen, como tampoco existe ya
el statu quo.
P. Los países más avanzados en las reformas internas en el
Este son los que se hallan en la peor crisis económica, ¿Cree posible una
involución?
Vías distintas
R. No creo en una involución; pero sí es posible que
emprendan vías muy distintas a las esperadas. Pienso sobre todo en dictaduras
parecidas a las existentes en estos países en la época de entreguerras. Una de
las cuestiones de la discusión actual que me hacen gracia, pero también me
sorprende, es cómo muchos observadores occidentales han adoptado el cuadro
histórico de los comunistas y hablan de la vuelta al capitalismo. Aquí no hay
vuelta que valga, porque estos países jamás tuvieron un capitalismo. Esta falsa
presunción emana de una visión de la historia según la cual el socialismo
sucede al capitalismo. Hay que recordar que estos países no han sido nunca
ejemplos de liberalidad.
P. ¿No cree que Polonia y Hungría tienen ya, como
Checoslovaquia, una sociedad civil que impida el acceso al poder de dictadores
del tipo de Horthy y Pilsudski de entreguerras?
R. Ésa es la cuestión clave: En el caso de Hungría, estoy
casi seguro que sí, en el de Polonia tengo mis dudas. Solidaridad ha hecho
mucho en este camino hacia una sociedad civil. Pero en Hungría hay un partido
de los campesinos y en Polonia la Solidaridad Campesina, que son formaciones
extrañas.
P. En el caso de la URSS, ¿cree que hay esperanza de lograr
una sociedad civil para que pueda emprender el camino de la modernidad en el
siglo XXI?
R. Esperanza siempre la hay, pero la URSS es un caso único
en la historia. Es un país en vías de desarrollo, con un solo sector de poder
desarrollado, el armamentista y espacial, culturalmente sin atractivo,
políticamente sin atractivo y económicamente en la postración total. El camino
será larguísimo.
P. Hablemos de su impresión sobre el futuro de aquellos que
se han negado a reformas, Checoslovaquia, la RDA y Rumanía.
R. En Checoslovaquia todos tenemos la impresión de que los
cambios van a empezar muy pronto. Tiene, además, que pasar algo, porque si no,
habrá una explosión. Es el país que más se ha hundido bajo el sistema.
Sobre la RDA, no sé lo que pasa en el interior. La
oposición parece dispuesta a aceptar los principios de aquel Estado, y ése no
es mi mundo. Sobre Rumanía quiero decir que nada tiene que ver con la evolución
del comunismo. Es un país sometido a una política familiar balcánica casi fascista.
El camino hacia la modernidad es muy difícil y puede ser cruel; cuanto más
tarde se emprenda más lo será.
P. ¿Qué efectos sobre el mundo prevé si se logra el proyecto
de crear una Europa que vuelva a tener los mismos valores?
R. Ya está teniendo gran efecto hoy. Recuerde cómo hace 10
años todo lo referente a Europa era negativo. Europesimismo, euroesclerosis,
euro-yo-qué-sé. Hoy Europa es la gran esperanza. Pienso que, con la evolución
en el Este, el objetivo de 1992 queda corto. Necesitamos un 1992 de nuevo tipo.
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