Por HERMANN TERTSCH
El País, Bucarest,
05.01.90
LA CAÍDA DEL 'CONDUCATOR'
Las nuevas autoridades de Rumanía han manifestado su
satisfacción por la inminente visita del ministro de Asuntos Exteriores de la
Unión Soviética, Edvard Shevardnadze, y han declarado que esperan apoyo
económico de Moscú para superar este invierno. Por su parte, Silviu Brucan,
miembro del Consejo del Frente de Salvación Nacional (FSN) de Rumanía, reveló
ayer que el Ejército rumano se hallaba en una grave situación de inferioridad
frente a las fuerzas de la Securitate hasta el lunes, día 25 de diciembre.
Brucan añadió que sólo el anuncio de la muerte del dictador
Ceaucescu supuso el punto de inflexión en la situación militar a favor de la
revolución. Anunció también el fin del partido comunista y dijo que si algún
miembro del mismo quiere reactivarlo, el FSN estará "muy alegre" de
enfrentarse a tal competencia. En cuanto a la ayuda soviética comentó: "Esperamos
sobre todo el suministro energético, en petróleo y gas natural, que nos ayude a
superar este invierno". Brucan visitó en noviembre de 1988 la URSS y pudo
confirmar allí el absoluto rechazo de Moscú a la política y a los métodos de
Ceaucescu.
El FSN, que ayer reunió en Bucarest a sus líderes en las 40
comarcas de Rumanía, anunció ya que presentará sus propios candidatos a las
elecciones. El primer ministro Petre Roman presentó un informe sobre la
situación real de la economía, falsificada de forma grotesca por el régimen de
Ceaucescu, y el presidente del Consejo, Dumitru Mazilu, presentó los
borradores de la nueva Constitución y la ley electoral.
Brucan, uno de los firmantes de la ya célebre carta de los seis, hecha pública en la primavera pasada con una dura denuncia del
régimen de Ceaucescu, manifestó que aún el día de Navidad la Securitate y
fuerzas leales al dictador ganaban terreno y lanzaron fuertes ataques contra
unidades del Ejército, en inferioridad de armamento.
El día de Nochebuena, en la sede de la televisión, el CSN
había decidido juzgar sumariamente al matrimonio. Al reforzarse al día siguiente
los ataques de la Securitate, deteriorarse la posición de las fuerzas leales a
la revolución y ser atacado el propio cuartel en Tirgoviste, donde se hallaba
detenido el dictador, se decidió su ejecución. "Prevalecieron las
consideraciones militares. Las jurídicas en esta situación quedaron sin
relevancia", manifestó Brucan.
Según aseguró Brucan ayer en Bucarest, había posibilidades
reales de una liberación de Ceaucescu. "Si éste llega a ponerse al frente
de la Securitate, hubiera habido una gran matanza con centenares de miles de
muertos". El miembro del Consejo del FSN informó ayer, por primera vez de
forma oficial, que las cifras de muertos de entre 60.000 y 80.000 son
exageradas, pero que hasta que haya un balance exacto de víctimas no se harán
públicos datos al respecto.
Brucan confirmó ayer implícitamente sus contactos con las
autoridades de la URSS, pero negó rotundamente la existencia de una conspiración
contra el clan Ceaucescu. "Estoy sorprendido por el hecho de que
periódicos serios occidentales cayeran en la fantástica historia del golpe. Se
les tenía que haber ocurrido a sus editores que, de haber sido cierta, nosotros
presumiríamos de ello y contaríamos con el total aplauso del pueblo".
"¿Por qué íbamos nosotros a ser tan modestos como para
no arrogarnos tan histórico éxito?", continuó. "No había tal plan, ya
que era imposible bajo el estado policial de Ceaucescu. La verdad histórica es
que la explosión popular del 22 de diciembre fue ciento por ciento
espontánea".
Especialmente la Prensa francesa, que por su masiva
cobertura de la revolución rumana se ha visto obligada a confiársela a enviados
especiales sin el mínimo conocimiento de este país, se ha lanzado a una
insólita competencia en alimentar rumores y fomentar esta teoría de la conjura
y de la existencia del FSN meses antes de la caída de Ceaucescu.
De haberse logrado juntar físicamente a tres miembros del
actual FSN con ánimos conspirativos uno de ellos habría acabado confesando los
planes a la Securitate bajo la brutalidad de los interrogatorios. Una conjura
en la que decenas de personas estuvieran implicadas era virtualmente imposible
y hubiera equivalido a un suicidio colectivo.
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