Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
27.11.89
HACIA UNA NUEVA EUROPA
Ningún partido comunista que ha ostentado el poder en
monopolio desde que le fuera entregado por tropas extranjeras allá
por 1948 se desprende de él fácilmente. Las condiciones
objetivas determinan la estrategia para obtener el mismo fin: acabar con
las fuerzas que le disputan el citado monopolio. El Partido Comunista de
Checoslovaquia ha intentado este fin de semana una estratagema que a buen seguro
no tendrá éxito. En condiciones de estabilidad y orden internos el método
habitual ha sido siempre acallar por la fuerza las voces disidentes y aisladas
que ponen en duda su legitimidad. Así lo ha hecho el PCCh innumerables veces
con los hombres y mujeres que con más coraje han denunciado su gestión en los
años del estalinismo y en la restauración del mismo tras la primavera de
Praga, reprimida en 1968 por los tanques del Pacto de Varsovia.
Con todo el pueblo checoslovaco en la calle demandando
democracia y el fin del monopolio comunista, han intentado ser más sutiles en
sus intentos de aplacar la crítica. No lo han sido en exceso. Demasiado
transparente era la finta del pleno del comité central del viernes fue destituir
a un presidium (buró político) cargado de graves responsabilidades para nombrar
a otro, limpio de voces críticas y saturado de delfines y deudores
políticos de los retirados.
Limpiar la fachada
Urbanek en vez de Jakes, un Stepan en la jefatura en Praga
que se intentaba sustraer a la dimisión y un Zavadil en los sindicatos que
hacía no entender cuál es el problema de toda esa gente en la calle.
La limpieza de fachada era tan descarada que al día
siguiente no fueron 300.000 sino 600.000 los checoslovacos que manifestaron en
Praga su indignación. Ayer por la noche, se volvió a reunir el comité central a
la vista de que su solución del viernes había sido contraproducente.
Nadie se llama a engaño en Praga. Del presente comité
central, al margen de los tránsfugas hacia el reformismo, el partido
comunista no puede esperar la renovación. La tragedia de este partido es que
los auténticos reformistas están fuera de él, están en la organización Obroda o
están en las calles.
De ahí que sólo la convocatoria de un congreso
extraordinario, forzado por las bases del partido, la liquidación de este
comité central y la rehabilitación de todos los 500.000 militantes depurados
por Jakes desde la comisión de control en los años que siguieron a 1968 pueden
renovar el partido.
En la dramática crisis actual, la obcecación de buró
político y comité central por impedirlo puede llevar a la ruptura del partido o
a que los responsables de la oposición pierdan el control. La dirección del
partido ya la ha perdido. Esto podría provocar sucesos muy graves.
En esta situación, en que las masas en la calle y sus
líderes de la oposición necesitan interlocutores con vínculos en los poderes
fácticos, es lógica la defensa de Vaclav Havel al diálogo con Ladislav Adamec.
Este quiere apartarse de náufragos políticos como Jakes pero jamás fue
siquiera reformista.
Hace apenas un mes, Adamec calificó a Havel como un cero
a la izquierda e insultó públicamente a los dirigentes de la oposición.
Hoy se apresura a presentarse ante las masas con ese gran demócrata que es el
dramaturgo. Los checoslovacos quieren más que un partido renovado, quieren el
fin de la dictadura y el pluralismo. Por eso Dubcek es un gran símbolo, pero
quizá sólo eso.
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