Por HERMANN TERTSCH
El País, Berlín
Este, 09.12.89
HACIA UNA NUEVA EUROPA
Hay varias razones, todas dramáticas, para que los delegados
al congreso del partido comunista (SED) llegaran en su mayoría a Berlín Este en
transportes públicos. Los conductores de autobuses, en varios distritos, se
negaron a llevar a las delegaciones a la capital.
Muchos delegados se negaron expresamente a acudir con su
propio automóvil por temor a que les fuera quemado ante el pabellón de deportes
del Dinamo, donde se celebra el congreso. La situación es muy seria. Ni
siquiera el hecho de que la reunión se celebre en la calle de Ho Chi Minh puede
arrancar una sonrisa a los delegados.
"Ha sido imposible contratar toda una serie de
servicios para el congreso". La gente simplemente dice que "para el
SED no trabajamos", manifestó ayer a EL PAÍS un delegado al congreso. En
puertas y escaparates de peluquerías han aparecido carteles de "no se
atiende a miembros del SED".
"Hay miembros del partido que están siendo amenazados a
diario por compañeros de trabajo, y se dan casos en que grupos de ciudadanos se
reúnen por las tardes para romper los cristales de las ventanas de las
viviendas de jefes del partido en aldeas y empresas", manifiesta la citada
fuente.
Hay hombres honrados que han creído en esto toda su vida y no
han sacado provecho alguno más que un trabajo adicional en la organización del
partido. Sus hijos llegan a casa del colegio y cuentan que sus compañeros les
escupen por "tener padres comunistas". "Espero que tengamos unas
semanas de frío polar para que la gente no salga a la calle. Si no, puede pasar
cualquier cosa". Quien cuenta esto es un viejo funcionario que nunca ha
mostrado la insignia del partido en la solapa y hoy la lleva como un acto de
dignidad.
Tras 40 años de poder absoluto en su nombre, los militantes
del SED han pasado casi a la clandestinidad.
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