Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
21.11.89
TRIBUNA: HACIA UNA NUEVA EUROPA
Los regímenes en agonía cometen todos los errores. Los
desesperados esfuerzos de los regímenes inmovilistas del comunismo más
represivo por sustraerse al vendaval de reformas democráticas que atraviesa
Europa oriental adquieren visos grotescos. En algunos casos son también
criminales. Son ya, sin excepción, inútiles. Mientras la República Democrática
Alemana y Bulgaria enfilan la senda tomada por la URSS, Polonia y Hungría, dos
regímenes, en Praga y Bucarest, parecen haber decidido morir matando. Erich
Honecker cayó el 18 de octubre, Todor Yivkov el 9 de noviembre. Han tenido un
cese ignominioso, insultados ya por sus antiguos camaradas y acusados de
cometer delitos y desafueros. Nadie puede descartar ya que, si no mueren
pronto, tengan que comparecer ante los tribunales.
Se acabó ya el ganar tiempo de los dinosaurios del
marxismoleninismo en la esperanza de que Mijail Gorbachov fracasara y
todo volviera a sus cauces. No hay forma de volver atrás. No lo
permite la economía, destruida en todos los países del Este por el dictado
ideológico y la incompetencia de los líderes en este gran sistema de selección
negativa que es el socialismo real. Pero sobre todo no lo permite ya la
población. Gorbachov les ha quitado el miedo a alemanes orientales, checos,
eslovacos y búlgaros y les ha ayudado así a deshacerse de sus líderes
corruptos, incompetentes y arrogantes.
El estado de postración absoluta de la economía ha obligado
a los cambios pero también los dificulta. La Comunidad Europea decidió
finalmente el sábado en París ayudas concretas para los países más avanzados en
el proceso de democratización. Son absolutamente necesarias para evitar una
rápida desestabilización y fomentar las fuerzas del cambio en los demás Estados
socialistas.
La situación es dramática y no sólo en Polonia. En Bulgaria
las tiendas están ya también vacías. Si la situación sigue empeorando, algun
día una población desesperada puede recurrir a la violencia. Más de un padre de
familia al este del Elba y en los Balcanes sueña con ahorcar líderes comunistas
en farolas y semáforos por la responsabilidad en la miseria y la falta de
perspectivas en que se ven obligados a crecer sus hijos.
El sábado se llenaron las calles de Sofía de caricaturas de
Yivkov con uniforme de presidiario. Lógico es que hechos como éste no inciten
al cese a personajes como Milos Jakes y Stepan en Checoslovaquia o Nicolae
Ceaucescu y familia en Rumanía. Los comunistas reformistas han antepuesto el
patriotismo a sus intereses. Las poblaciones de sus países no los recompensan
por ello y a medio plazo la mayoría de los reformistas más o menos radicales
caen en la irrelevancia, superados por el proceso de cambios. Sin embargo, la
historia sí les otorgará una mención de respeto por su importante papel en la
transición pacífica.
No así a Honecker, Yivkov, Jakes -que será el próximo en
caer- ni a Ceaucescu. Son los hijos de Stalin, restos de una casta
que con las perversiones despóticas de su poder ha liquidado y desprestigiado
definitivamente lo que en los albores de este siglo fue un proyecto
emancipador. Si quedaba alguna duda ha quedado despejada en este histórico
otoño en que han caído monumentos de la opresión como el muro de Berlín, la
camarilla de Honecker y Günther Mittag en la RDA, el anciano Yivkov y el gran
jefe de la mafia policial, Dimitri Stoianov, en Bulgaria.
Ya es tarde
Ya es tarde para ellos. Jakes pudo hace tres años montarse
en la ola de reformas. Ahora, tras la muerte de un estudiante en las
calles de Praga, sus días están contados. El partido piensa en su supervivencia
y se apresura ya a desmarcarse de Jakes, que antes que rendir cuentas por su
gestión opresora en lo político e incompetente en lo económico está dispuesto a
hacer correr la sangre. Pero igual que Honecker no pudo salvarse con la
proyectada matanza el 9 de octubre en Leipzig, Jakes no sobrevivirá por
quitarle la vida a palos a un veinteañero. Tiananmen no está en Europa. El
respiro que se ganaron a tiros los líderes chinos sólo es ya posible muy lejos
de esta Europa en ebullición de libertades.
Los policías checoslovacos agarraban el viernes a los
jóvenes manifestantes por el pelo, les hacían alzar la cara y de un certero
golpe con la porra les partían la nariz. No fueron casos aislados. Con Martin
Smid se les fue la mano. Le dejaron muerto e irreconocible.
Triste paradoja
Es una triste paradoja que acontecimientos tan fascinantes
como los que están en curso, que entrarán en la historia como la gran
revolución democrática en Europa oriental, se vean empañados por la sangre de
Smid y los delirios políticos de Ceaucescu. De aquí a unos años, Jakes no
merecerá ni un pie de página en el relato de esta vertiginosa transformación de
Europa. A Ceaucescu le cabe el dudoso honor de dejar una huella tal de
destrucción que habrá de pasar mucho tiempo, quizá generaciones, antes de que
quede borrada.
Ceaucescu quería convocar una conferencia internacional
sobre el futuro del comunismo. Ni la actual dirección china se atrevió a
participar en un foro sobre cuestión tan ociosa como tediosa.
En Bucarest ha comenzado el congreso del PCR. Ceaucescu será
reelegido por aclamación. Estos entusiastas seguidores votarán en su día en
favor de la expulsión de Ceaucescu del partido, la retirada y destrucción de
todos sus retratos y monumentos y la detención de su familia.
Quizá haya que esperar a la muerte del septuagenario. Sabe
que no puede contar con compasión. Sólo el poder absoluto le garantiza la
supervivencia a él y a su familia. "Ya hay planes concretos en el partido
para cuando muera. Su mujer, Elena, no estará muchos meses en el poder. Después
correrá la suerte de la viuda de Mao Zedong o, peor, la de Clara Petacci (la
compañera de Mussolini, ajusticiada junto a éste)", decía un funcionario
comunista rumano recientemente.
Pero, dada la velocidad de los cambios, incluso es posible
que a Ceaucescu no le dé tiempo a morirse antes de que el vendaval democrático
acabe también con este último gran despotismo sobre suelo europeo.
Bucarest ha intentado completar un cupo medianamente digno
de periodistas extranjeros, evitando que acudieran los profesionales vetados
por hostiles. Los periodistas que llegaron a Bucarest se vieron despojados de
sus materiales de documentación. Se supone que para fomentar su benevolencia
hacia el régimen. Si no fuera porque 20 millones de rumanos sufren el
despotismo y la miseria, el régimen de Ceaucescu sería materia ideal para una
comedia bufa.
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