Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
04.12.89
EL FIN DE LA GUERRA FRÍA
La expulsión de Erich Honecker del Partido Comunista (SED)
supone para este anciano una muerte anticipada a la biológica y real. En Berlín
Este se decía que, desde que fue derribado, el 18 de octubre, perdió la
cordura.
Con su expulsión en ignominia del partido, pierde el último
soporte en la vida. La gran mayoría de sus 77 años la ha dedicado al ideal
comunista en un partido, el KPD, y su sucesor, el SED, marcado como pocos por
Stalin, sus apoyos y traiciones.
Fue alevín comunista, militante clandestino, prisionero 10
años en cárceles de la Gestapo nazi. Después, endurecido en su lucha contra el
fascismo, el liberalismo y la socialdemocracia, fue punta de lanza del aparato
policial que impuso la creación de un régimen comunista en la zona de Alemania
ocupada por el Ejército soviético.
En 1961 fue el arquitecto del muro, que defendió
con la decisión y el odio hacia el enemigo de clase propia a toda su
generación de comunistas de entreguerras.
En 1971 sucedió a Walter Ulbricht en la jefatura del partido
e intentó un acercamiento a la RFA consciente de su dependencia del gran
hermano capitalista. Nunca pudo deshacerse de un dogmatismo que lo aisló
en la cúpula del Estado, lo hizo cómplice de la corrupción en el partido y lo
hizo ayer víctima de aquellos que con sus alabanzas interesadas son
corresponsables del trágico final de este comunista alemán.
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