Por HERMANN TERTSCH
El País, Bucarest,
05.01.90
LA CAÍDA DEL 'CONDUCATOR'
La existencia del Pacto de Varsovia, que tantas veces ha
supuesto la garantía de fracaso de las experiencias emancipadoras en Europa del
Este, ha tenido una vital importancia para la victoria de la revolución rumana
y la caída del despotismo del régimen de Nicolae Ceaucescu. Las potencias
occidentales mimaron al dictador Ceaucescu en su esperanza de que sembrara la
división en el Pacto de Varsovia. Presidentes norteamericanos, como James
Carter y Richard Nixon, ignoraron la ya gran represión que Ceaucescu ejercía
sobre su pueblo para fomentar la disolución del bloque militar comunista y
buscar ventajas concretas.
Ceaucescu jamás se fió de un Ejército con una gran tradición
en la profesión castrense pese a las continuas purgas habidas tras el golpe que
hizo caer al dictador Ion Antonescu. La resistencia del Ejército al acceso al
poder de los comunistas fue dura.
Desde que, en 1965, Ceaucescu llegó al poder, sus temores de
ser eliminado por este ejército fueron constantes. Tanto a finales de los
setenta como a principios de los ochenta hubo serios rumores sobre planes
castrenses de acabar con la sinrazón del presidente, que se hallaba aún lejos de
su demencia en los últimos años de su régimen,
Ceaucescu intentó desmantelar el Ejército. Su miedo a los
militares le llevó a desarmarlos todo lo posible y a crear un contrapoder en la
Securitate con armas pesadas y entrenamientos e información avanzados. Pero no
pudo rebajar el mínimo de armamento y munición que los compromisos en el Pacto
de Varsovia requerían del Ejército rumano, y por ello estas fuerzas armadas
pudieron alzarse con el pueblo contra el aparato policial e inquisitorial del
dictador.
Relación con Moscú
Las fuerzas armadas eran la única institución que seguía
manteniendo, por obligación, no revocable por Ceaucescu, contactos con el
Ejército Rojo. Esta relación era regular en el marco del Pacto de Varsovia.
Fuentes rumanas dan por seguro que el actual jefe del Estado, Ion Iliescu, y el
ministro de Defensa, Nicolae Militaru, y su asesinado antecesor, Vasile Milea,
tenían activos contactos con Moscú.
Parece claro ya que el Comité de Seguridad del Estado de la
URSS (KGB) estuvo implicado en los trágicos acontecimientos de Brasov en 1987,
encauzando el inmenso descontento de la población en aquella sublevación
frustrada. Nadie duda tampoco de que -con su grado de información, sin parangón
en el Oeste- Moscú sabía llegada la hora de poner fin a la dictadura.
Ceaucescu anunciaba un desarme "en bien del proceso de
paz y distensión", y mandaba al Ejército a constituir brigadas de
construcción de sus megalómanos proyectos mientras rearmaba a su siniestra
policía política para controlar al propio Ejército.
El Pacto de Varsovia ha sido en los últimos 10 días de
diciembre de 1989 factor fundamental de la victoria del pueblo.
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