martes, 28 de febrero de 2017

LA GARANTÍA DEL PACTO DE VARSOVIA

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Bucarest, 05.01.90

LA CAÍDA DEL 'CONDUCATOR'

La existencia del Pacto de Varsovia, que tantas veces ha supuesto la garantía de fracaso de las experiencias emancipadoras en Europa del Este, ha tenido una vital importancia para la victoria de la revolución rumana y la caída del despotismo del régimen de Nicolae Ceaucescu. Las potencias occidentales mimaron al dictador Ceaucescu en su esperanza de que sembrara la división en el Pacto de Varsovia. Presidentes norteamericanos, como James Carter y Richard Nixon, ignoraron la ya gran represión que Ceaucescu ejercía sobre su pueblo para fomentar la disolución del bloque militar comunista y buscar ventajas concretas.
Ceaucescu jamás se fió de un Ejército con una gran tradición en la profesión castrense pese a las continuas purgas habidas tras el golpe que hizo caer al dictador Ion Antonescu. La resistencia del Ejército al acceso al poder de los comunistas fue dura.
Desde que, en 1965, Ceaucescu llegó al poder, sus temores de ser eliminado por este ejército fueron constantes. Tanto a finales de los setenta como a principios de los ochenta hubo serios rumores sobre planes castrenses de acabar con la sinrazón del presidente, que se hallaba aún lejos de su demencia en los últimos años de su régimen,
Ceaucescu intentó desmantelar el Ejército. Su miedo a los militares le llevó a desarmarlos todo lo posible y a crear un contrapoder en la Securitate con armas pesadas y entrenamientos e información avanzados. Pero no pudo rebajar el mínimo de armamento y munición que los compromisos en el Pacto de Varsovia requerían del Ejército rumano, y por ello estas fuerzas armadas pudieron alzarse con el pueblo contra el aparato policial e inquisitorial del dictador.

Relación con Moscú
Las fuerzas armadas eran la única institución que seguía manteniendo, por obligación, no revocable por Ceaucescu, contactos con el Ejército Rojo. Esta relación era regular en el marco del Pacto de Varsovia. Fuentes rumanas dan por seguro que el actual jefe del Estado, Ion Iliescu, y el ministro de Defensa, Nicolae Militaru, y su asesinado antecesor, Vasile Milea, tenían activos contactos con Moscú.
Parece claro ya que el Comité de Seguridad del Estado de la URSS (KGB) estuvo implicado en los trágicos acontecimientos de Brasov en 1987, encauzando el inmenso descontento de la población en aquella sublevación frustrada. Nadie duda tampoco de que -con su grado de información, sin parangón en el Oeste- Moscú sabía llegada la hora de poner fin a la dictadura.
Ceaucescu anunciaba un desarme "en bien del proceso de paz y distensión", y mandaba al Ejército a constituir brigadas de construcción de sus megalómanos proyectos mientras rearmaba a su siniestra policía política para controlar al propio Ejército.

El Pacto de Varsovia ha sido en los últimos 10 días de diciembre de 1989 factor fundamental de la victoria del pueblo.

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