Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Budapest
El País Miércoles,
25.10.89
EL ESTE CAMBIA
Unidades del Ejército húngaro vigilan desde ayer todos los
cuarteles y arsenales de las milicias obreras, la organización paramilitar
comunista cuya disolución fue decidida la pasada semana por el Parlamento. El
Gobierno decidió esta medida para evitar que grupos o miembros aislados de las
milicias dispongan de los bienes y las armas depositadas en estas instalaciones
militares.
Por otra parte, medios oficiales de Estados comunistas
antirreformistas en Pekín y Bratislava (Checoslovaquia) calificaron de
"golpe de Estado" la proclamación de la República de Hungría y la
liquidación oficial del régimen comunista en Budapest. La fiscalía anunció el
procesamiento del comunista ultraortodoxo Roland Antoniewicz, líder del
grupúsculo comunista Asociación Janos Kadar, por falsificar y distribuir un
panfleto que anunciaba la reactivación de la organización fascista Flechas
Cruzadas. Este grupo ultraderechista, colaborador de los nazis durante la
guerra, sembró de terror Hungría y asesinó a decenas de miles de judíos y
demócratas.
El Parlamento decidió el viernes liquidar las fuerzas
armadas comunistas por considerarlas "incompatibles" con un Estado
democrático y de derecho. A raíz de esta decisión, el Gobierno húngaro nombró a
Nador Gruber como "jefe del comité de disolución de las milicias"
para controlar que el patrimonio de la organización, cuarteles, fincas, pisos
francos, parque móvil y armamento pase íntegramente a manos del Estado. El
Ministerio de Finanzas anunció el bloqueo de todas las cuentas bancarias de la
milicia obrera.
Esta fuerza de choque del partido comunista fue creada en
1957, poco después de ser aplastado el levantamiento popular de 1956, con el
objetivo expreso de luchar contra el "enemigo interno". Con 60.000
hombres armados, tiene aproximadamente el mismo contingente de tropas que el
Ejército soviético estacionado en territorio húngaro.
Las milicias cuentan con armamento semipesado y son, según
fuentes de todas las fuerzas políticas democráticas, un serio peligro para la
estabilidad de la transición. La vigilancia militar ha sido impuesta sin previo
aviso, días después de una visita al cuartel general de la milicia en Budapest
del primer ministro, Miklos Nemeth, y del ministro de Defensa, Ferenc Karpati,
para comunicar a los mandos que la organización era disuelta.
El presidente del Partido Socialista Obrero Húngaro, Rezsö
Nyers, envió una carta a los mandos de la milicia agradeciendo los servicios
prestados y explicando que su existencia en el nuevo Estado no está
justificada.
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