lunes, 27 de febrero de 2017

RAZONES PARA UN CRIMEN

Por HERMANN TERTSCH
El País  Madrid, 19.12.89

HACIA UNA NUEVA EUROPA

Las manifestaciones en Timisoara y otras ciudades rumanas no son las primeras contra el régimen de Nicolae Ceaucescu. Ya antes ha habido muertos. Pero el baño de sangre de Transilvania parece ser el detonante de la caída de un régimen que será trágica como sus largas décadas de tiranía. No es probable que las manifestaciones sean las últimas, por implacable que sea su represión. Con la sangre de Timisoara, la era Ceaucescu parece entrar en su fase terminal.
Brotes de indignación por la miseria en que ha sumido al país este estalinista iluminado se han venido produciendo pese al terror que domina a la población. En las minas de Jiu en 1981 y en Brasov hace dos años fueron masivas y se conocieron en Occidente. Hubo centenares de muertos, miles de deportados.
La criminal determinación de la represión demostrada ahora no puede sorprender a nadie. Quien conozca algo el actual régimen y la personalidad enferma del dictador no alberga duda alguna sobre la decisión de Ceaucescu de mantener su orden a costa de un baño de sangre.
Tiene razones para ello. El presidente, su familia y camarilla no pueden esperar compasión de este pueblo al que han sometido a una tiranía de rasgos feudales asiáticos. Estaba ya descartada una transición mínimamente pacífica. Los odios contra el déspota y sus cómplices son demasiado grandes. Demasiado ha sido el terror, el hambre y el frío, las desapariciones, las torturas y los crímenes de la era Ceaucescu.

Un golpe de Estado del ejército y sectores del partido comunista era la única forma en que el inevitable fin de este régimen no se saldara con un río de sangre. Este régimen se defiende como un león herido. Sus jefes y sicarios saben que de la subsistencia del régimen de terror depende su vida. Nadie, ni siquiera Mijail Gorbachov, ha podido impedir la última gran tragedia que le quedaba al déspota por traer a su pueblo. El régimen morirá matando.

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