Por HERMANN TERTSCH
El País Jueves,
19.10.89
TRIBUNA: EL ESTE CAMBIA
ANÁLISIS
La dimisión del hasta ahora omnipotente líder de la
República Democrática Alemana (RDA), Erich Honecker, es ante todo el resultado
de la clásica revuelta palaciega de un aparato comunista que recurre
al último instrumento a su disposición para intentar sobrevivir a una crisis:
el sacrificio del máximo dirigente. La conmoción social y política en que ha
sumido a la RDA la dirección del Partido Socialista Unificado (SED) con su
inflexibilidad y arrogancia ortodoxa en las últimas semanas requería cambios.
El intento de suplir cambios políticos, que obligarían al cese a casi todo el
buró político, por tres cambios estelares y más o menos cosméticos es
tan evidente como lo es su fracaso a medio plazo.
El sucesor de Honecker, Egon Krenz, es para la población
alemana oriental el prototipo del aparatchik, que debe toda la
carrera como funcionario comunista a la sumisión absoluta a su antecesor en la
jefatura. Krenz es, a sus 52 años, un hombre físicamente quemado por
una cirrosis avanzada. Políticamente está exento de toda credibilidad como
hipotético reformador.
Con el relevo de Honecker, Gunther Mittag y Joachim
Herrmann, el buró político sacrificó ayer ante el Comité Central a tres
miembros para que los 18 restantes puedan llegar al menos al XII Congreso,
previsto para mayo. Al parecer, ayer, el Comité Central se dio por satisfecho.
Forman parte de éste los secretarios del partido en los distritos, que habían
impuesto la semana pasada el fin del hostigamiento a los manifestantes y de la
autocomplacencia en los medios oficiales.
Mittag, responsable de economía en el Comité Central, es la
cabeza de turco por la grave situación de desabastecimiento en amplias
regiones de la república. Herrmann es sacrificado para sugerir cambios en la
política informativa, a cuyo cargo demostró ser una reliquia dogmática de
tiempos pasados. No obstante, será difícil, si no imposible, a la cúpula del
partido convencer a la población de que, al contrario que los tres
defenestrados, los restantes van a cambiar una política que hace una semana aún
defendían con palizas callejeras, detenciones y amenazas contra todo aquel que
la ponía en duda.
Harry Tisch, que ha ocultado y reprimido las protestas de
los trabajadores desde la jefatura del sindicato oficial; Willy Stoph, jefe del
Gobierno y primer responsable del desastre en el suministro de alimentos; Kurt
Hager, máximo represor de artistas que se ha mofado durante tres años de las
reformas soviéticas son sólo tres ejemplos de la incapacidad total de este buró
político de hacerse con la situación. Hace un año, quizá tres meses, hubiera
sido posible. Tras los acontecimientos de las últimas semanas, desde luego que
no.
Cae con Honecker el último jefe comunista en Europa oriental
forjado en un partido de puro corte estalinista en los años treinta. Como en el
caso de Janos Kadar en Hungría hace año y medio, la caída de Honecker es una
enorme tragedia personal. Un creyente dogmático en el mensaje de felicidad
humana del comunismo, cuya aplicación justificaba todos los medios, incluidas
muertes, detenciones y muros, es liquidado políticamente por sus compañeros y
por los tiempos que corren, que no dejan sitio ya a los soldados de ideologías
redentoras.
"Aquellos que retrasan su adecuación a los tiempos son
castigados por la vida misma", decía Mijail Gorbachov hace 10 días en
Berlín. A sus 77 años, Honecker se retira teniendo que esforzarse por no creer
lo que ve, que la obra a la que dedicó toda su vida se desmorona. Su patético
discurso rezumante de autocomplacencia durante los actos del 40º aniversario,
todo un canto al aquí no pasa nada, ha sido su última intervención
pública en 70 años de vida comunista.
Los medios oficiales anunciaron el cese de Honecker de sus
tres cargos, la secretaría general del partido, la jefatura del Estado y la
presidencia del Consejo de Defensa, ocho minutos después de comenzar el pleno
del Comité Central. El buró político, reunido en la víspera, no quería dejar
decidir a este órgano. Quería darle las víctimas servidas. No serán suficientes
si no les siguen reformas políticas. Nadie cree en la RDA que Krenz y su buró
político tengan intención de aplicarlas.
La base del partido está en pie de guerra contra una
dirección a la que hace responsable de crear en el país una situación
prerrevolucionaria que será muy difícil de reconducir hacia una normalización
en la que el monopolio del poder comunista esté incontestado. Porque, aunque
insuficiente, este relevo ha sido impuesto por el pueblo en la calle. En esto
reside su especial calidad. Desde ahora el régimen no volverá a gobernar
tranquilo.
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