Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Praga
El País Jueves,
24.08.89
CAMBIO Y AGITACIÓN EN EL ESTE
Kai Fischer, a sus 27 años, está al borde de las lágrimas
cuando ve cerrada la Embajada de la República Federal de Alemania (RFA) en
Praga, decisión puesta en práctica ayer por Bonn ante el tremendo flujo de
ciudadanos de Alemania Oriental (RDA) que quieren huir a Occidente.
Ha vendido todas sus pertenencias en Eberswalde, una localidad
cercana a Berlín Oriental. Ayer intentaba refugiarse en la misión diplomática
de Bonn para forzar su emigración a Occidente. No consiguió el preciado visado
hacia Hungría y cuando, el pasado viernes, recibió desde Giessen (en la RFA)
una llamada telefónica de su novia, que había utilizado un viaje turístico a
Budapest para cruzar ilegalmente la frontera hacia Austria y llegar a la RFA,
se decidió a correr el riesgo.
"No tengo nada que perder", dice este jovencísimo
profesor, que lleva siete años esperando un permiso de emigración legal, que ya
le ha sido negado dos veces.
Kai es uno de los cientos de alemanes orientales que pasaron
ayer por delante de la Embajada de la RFA en Praga, y vieron con alarma que el
palacio Lobkowicz está cerrado. Esta Embajada es la tercera misión diplomática
de la RFA que se ve obligada a cerrar en las últimas semanas por la masiva
presencia en su interior de ciudadanos de la RDA, que se niegan a abandonarla
si no es con garantías de emigrar a Occidente.
Varios cientos de alemanes orientales volvieron a cruzar
ayer la frontera húngara hacia Austria. Ni siquiera la muerte de un fugitivo,
en un forcejeo con guardias fronterizos húngaros, el pasado martes, ha tenido
el efecto disuasorio que las autoridades de Berlín Este le quisieron dar,
publicando ayer el suceso en sus principales medios.
Incapacidad para educar
Kai era profesor en Eberswalde hasta hace unos años, cuando
el director le vino a comunicar su cese argumentando que, por su postura
ideológica, no está capacitado para educar a personas socialistas. Antes había
pasado tres meses en una prisión militar y un año y medio en el servicio
militar sin armas, como objetor. Desde entonces ha vivido de trabajos
ocasionales.
Kai estaba a punto de cometer una tontería cuando lo encontró
el corresponsal de EL PAÍS. Al enterarse por unos compatriotas de que la
Embajada de la RFA estaba cerrada, se fue a la norteamericana y, sorprendiendo
al marine de guardia en la puerta, logró introducirse en sus
oficinas.
Una vez dentro, pidió asilo político y dejó claro que, de
ser expulsado, sería víctima de represalias, lo que en Checoslovaquia es mucho
más cierto si cabe que en Hungría. Pese a ello, la misión norteamericana se
deshizo de él, entregándole una ridícula carta de presentación para un diplomático
de la RFA ilocalizable. Ninguna embajada ofrece ya refugio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario