Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
20.09.87
Las relaciones entre la URSS y Polonia están viciadas por la
desconfianza y hostilidad producto del sinfín de tragedias que el pueblo polaco
ha sufrido a causa del expansionismo ruso zarista, primero, y soviético,
después. También se cometieron injusticias en sentido contrario, como el trato
dado por los polacos a pueblos que hoy forman parte de la URSS, como los
ucranianos, los lituanos y los bielorrusos. En la Polonia comunista, este
recelo generalizado hacia el gran vecino del Este ha sido negado por la
historia oficial. Pero el jefe del Estado polaco, Wojciech Jaruzelski, ha dado
un paso insólito al tratar con franqueza algunos de estos aspectos, entre ellos
crímenes cometidos durante el régimen de Stalin.
En un artículo publicado en la revista soviética Kommunist, coincidiendo
con el 48º aniversario del pacto Hitler-Stalin, del 23 de agosto de 1939, y el
asalto nazi a Polonia, el 1 de septiembre, Jaruzelski afronta algunos hechos
históricos, como el pacto entre los dos dictadores, que ha sido innombrable
durante décadas. El jefe del Estado polaco afirma en referencia a 1939 que
"los pasos políticos y militares dados por aquel Gobierno soviético fueron
acompañados por una fraseología antileninista que contradecía el derecho de
Polonia a su independencia". Por primera vez en la posguerra, un alto
dirigente polaco, el jefe de Estado, denuncia que con la ocupación de Polonia
oriental por parte soviética "miles de polacos sufrieron la represión y la
deportación".
Jaruzelski lo sabe bien, ya que fue uno de ellos. Su padre,
también deportado, murió en un campo de trabajo en Siberia. Él pudo finalmente
alistarse en el Ejército polaco que estaba creando la URSS, no sin antes sufrir
una grave lesión en los ojos, a causa de la nieve, que le hace llevar desde
entonces gafas oscuras en todo momento.
En su artículo, que ha sido publicado asimismo en la revista
teórica polaca Nowe Drogi, Jaruzelski recuerda el destino de los
comunistas polacos, cuyo partido fue disuelto por la Komintern en 1938 debido a
"acusaciones falsas y provocadoras". Muchos comunistas polacos fueron
dejados en manos de los nazis alemanes que habían ocupado la Polonia occidental.
La dirección del partido, señala el jefe del Estado polaco, "fue
diezmada" por orden de Stalin.
Jaruzelski califica las relaciones ruso-polacas de los
últimos 400 años de "difíciles", pese al origen eslavo común, y
cargadas de "desconfianza y falta de buena voluntad".
Los intentos de la dirección soviética bajo Mijail Gorbachov
de afrontar el pasado y revisar con creciente franqueza una historia oficial en
la que la veracidad fue relegada por los intereses políticos dan a la Polonia
oficial ahora la posibilidad de tratar hechos muy arraigados en la memoria
popular. La obediencia a la orden foránea de ignorarlos le había granjeado al
régimen polaco el desprecio de la población.
En sus últimos encuentros, Gorbachov y Jaruzelski ya se
habían referido a la necesidad de "llenar las manchas blancas" en la
historia.
Katyn, la nube que perdura
Todavía queda mucho trayecto por recorrer. Nada se sabe aún
oficialmente de la suerte de 15.000 oficiales polacos que cayeron en manos del
Ejército Rojo. En el bosque de Katyn se encontraron más de 4.000 cadáveres de
estos oficiales, la elite del Ejército nacional polaco. Hasta los niños saben
en Polonia que fueron asesinados por orden de Stalin. Sin embargo,
recientemente, los medios polacos sólo censuraron de toda una conferencia de
prensa una pregunta al respecto hecha por un periodista occidental al portavoz
del Ministerio de Asuntos Exteriores soviético, Gennadi Gerassimov, en
Varsovia. Sí se publicaron las palabras de Gerassimov según las cuales, las
"manchas blancas" son "una cuestión muy delicada" que hay
que tratar con mucho cuidado y en común acuerdo. Tampoco existe aún una versión
oficial sobre las razones que movieron al Ejército Rojo a no intervenir en
ayuda del levantamiento de Varsovia en 1944, cuando se hallaba ya en el barrio
de Praha de la capital polaca. Desde la otra orilla del Vístula, las fuerzas
soviéticas esperaron a que el Ejército nazi aplastara a los resistentes del
Ejército nacional polaco y a miles de civiles. La guerra del mariscal Pilsudski
en 1920 contra el Ejército Rojo es otro de los capítulos olvidados que
Jaruzelski recuerda, y cuyo efecto califica, al igual que el aplastamiento de
los numerosos levantamientos polacos contra la ocupación zarista, de
"extremadamente perjudicial" para las relaciones históricas entre
ambos pueblos.
Si persiste en la URSS la voluntad de "completar"
la historia soviética, que en pocas semanas cumplirá los 70 años de existencia,
los polacos podrán recuperar oficialmente la suya, que, aunque dolorosa, ha
permanecido viva entre la población.
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