Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
21.09.87
LA NUEVA DISTENSIÓN
El Gobierno de Alemania Occidental se ha apresurado a
mostrar su satisfacción por el acuerdo entre las superpotencias para la
eliminación de los misiles de alcance intermedio (INF). Es, sin embargo, un
secreto a voces que esta satisfacción no es del todo sincera en los partidos
cristianodemócratas (CDU y CSU) de la coalición. En cuanto a los liberales (FDP)
del ministro de Exteriores, Hans-Dietrich Genscher, han apoyado desde un
principio la opción doble cero como logro directo de la doble decisión de la
OTAN de 1979. Su apoyo a aquella iniciativa del entonces canciller, el
socialdemócrata Helmut Schmidt, provocó tres años más tarde la ruptura de la
coalición social-liberal y la llegada al poder de Kohl.
En medios conservadores han sido muchos los dirigentes que
se alzaron directamente contra este acuerdo, y hasta última hora se han
intentado poner trabas a su consecución. El siempre tardío cambio de actitud de
Helmut Kohl en este proceso de negociación, inevitable al saberse ante hechos
consumados, le ha costado severas pérdidas electorales en comicios regionales y
una grave crisis en el partido por los enfrentamientos entre quienes querían
bloquear este acuerdo a toda costa y quienes se resignaron a su conclusión. Kohl
tuvo primero que acceder a la opción doble cero, con inclusión de los
misiles de menor radio (SRINF), a la que hasta entonces se negaba. Finalmente,
en septiembre, tuvo que dejar caer su última condición, el mantenimiento de los
72 misiles Pershing 1A.
Las reticencias alemanas son comprensibles. Con el acuerdo
sobre misiles INF queda de hecho roto un eslabón de la respuesta flexible en
la que se ha basado desde hace décadas la estrategia de defensa del continente.
Las únicas armas nucleares no estratégicas (LRBM) que permanecen en Europa son
las de corto alcance, cuyos objetivos están todos en territorio alemán, a ambos
lados de la frontera interalemana.
El temor de la RFA a verse sometida a presiones soviéticas
ha aumentado varios enteros. Paralelamente se considera que este acuerdo supone
una grieta en la comunidad de defensa de Europa con Estados Unidos. Cierto es
que los 320.000 soldados norteamericanos estacionados con sus familias en la
RFA garantizan aún esta comunidad. Muchos son, sin embargo, los que piensan que
esta permanencia estará mucho menos garantizada en el futuro tras este acuerdo,
sobre todo en base a presiones internas en EE UU. Esta tendencia se aceleraría,
temen los expertos en defensa democristianos, si a medio plazo Washington logra
éxitos con su Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), conocida como guerra
de las galaxias.
Estrategia y política
Para la OTAN, el acuerdo entre las superpotencias crea la
necesidad de un replanteamiento global de la estrategia y política
armamentistas. La RFA será, con seguridad, quien más presión ejerza para que
este debate sea acelerado. Las dificultades serán muy grandes, se señala en
Bonn. En plena euforia por el primer acuerdo efectivo de reducción armamentista
de la historia, la OTAN va a plantear un considerable incremento de los gastos
militares de sus miembros para tapar el hueco de los misiles INF con un rearme
convencional.
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