Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Praga
El País Martes,
22.08.89
CAMBIO Y AGITACIÓN EN EL ESTE
Miles de personas desafiaron ayer al régimen comunista
ortodoxo de Checoslovaquia manifestándose por las calles de la capital en
demanda de democracia, libertad y pluralismo en el 21º aniversario del
aplastamiento de la primavera de Praga por las fuerzas del Pacto de Varsovia.
El régimen respondió con apaleamientos masivos a los manifestantes -que gritaban
"Viva Polonia"-, con centenares de detenciones y amenazas a los
observadores extranjeros por las presiones en favor de las reformas que el
inmovilista Milos Jakes se niega a emprender.
La cúpula del partido demostró que está
dispuesta a hacer frente violentamente a todo el proceso de democratización en
marcha en Europa del Este. Entre gritos de "Viva Polonia", "Viva
Hungría" y "Libertad, rusos a casa" cerca de 10.000 manifestantes, en
su mayoría jóvenes, recorrieron diversas partes del centro de Praga
disolviéndose en grupos al intervenir la policía para reconcentrarse poco
después en otros puntos. La policía apaleó a centenares de manifestantes en sus
numerosas intervenciones por toda la ciudad. Se produjeron centenares de
detenciones y poco antes de las diez de la noche varios autobuses con jóvenes
presos partían de la plaza de San Wenceslao con fuerte escolta. Los saltos de
manifestantes por el centro fueron constantes. Entre los manifestantes había
numerosos alemanes orientales que demostraban la gran esperanza que ha
despertado entre la juventud de la República Democrática Alemana los cambios en
Varsovia y Budapest.
La agencia CTK señaló ayer que unos 1.500 individuos habían
intentado sembrar el desorden y la violencia según planes claramente inspirados
en el extranjero y que habían sido detenidos con los alborotadores, varios
polacos de Solidaridad, húngaros e italianos del Partido Radical, que serían
castigados al igual que los detenidos checoslovacos.
A las cinco de la tarde, en la plaza de San Wenceslao se
comenzaron a concentrar grupos de jóvenes pese al masivo despliegue policial y
los controles sistemáticos de identidad. Cuando la policía comenzó a impedir
filmar a unos cámaras de televisión occidentales comenzaron los zarandeos y las
detenciones, acogidas primero con pitidos.
Después de una tensa calma miles de personas comenzaron a
dar palmas y después a corear el lema de "Viva Vaclav Havel", el
dramaturgo que por su coraje en defensa de las libertades y los derechos
humanos se ha convertido en la figura dirigente del movimiento de oposición
checoslovaca y un persistente "Dubcek, Dubcek".
Vallas metálicas
Poco después de comenzar los coros de apoyo a la democracia
en Hungría y Polonia y de solicitud de libertad, grandes contingentes de
antidisturbios rodearon a los manifestantes, instalaron vallas metálicas y
cargaron contra aquellos que no querían abandonar la plaza. Después de diversas
carreras y una vez reagrupados, los manifestantes se dirigieron hacia el río
Vltava y después al puente de Carlos, para continuar hacia la calle Nacional.
Representantes de las organizaciones húngaras Demócratas
Libres y Fidesz y de Solidaridad de Polonia habían llegado expresamente desde
Budapest y Varsovia. Varios fueron detenidos. En Polonia y en Hungría se
realizaron ayer también actos de solidaridad con el pueblo checoslovaco.
Numerosos periodistas fueron maltratados, zarandeados y
amenazados por la policía, entre ellos los de la televisión húngara. Un
equipo de la televisión austríaca fue golpeado y los fotógrafos fueron
obligados sistemáticamente a velar sus películas bajo amenaza de romperles las
cámaras en caso de negarse. El corresponsal de EL PAÍS entregó tres carretes
bajo intimidación. La operación policial demuestra, según miembros de la
oposición participantes en la manifestación, que el régimen se halla en tal
estado de pánico por la evolución política de los regímenes de Varsovia y
Budapest que ya ni siquiera intenta minimizar el desprestigio que conlleva esta
actitud policial hacia los observadores extranjeros.
Por otra parte, el partido comunista de Checoslovaquia
reaccionó con dureza a la condena de la intervención de 1968 por parte del
parlamento polaco y el partido comunista húngaro y acusó a éstos de "grave
injerencia en los asuntos internos" checoslovacos.
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