Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
13.10.87
El escándalo en torno a Uwe Barschel ha tenido ya unas
repercusiones catastróficas para la clase política de la República Federal de
Alemania. Ha hundido la credibilidad de la Unión Cristiano Demócrata (CDU),
responsable máxima de las intrigas, pero amenaza con afectar también al otro
grupo mayoritario, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). En todo caso ha
creado un frente de rechazo y repugnancia hacia los métodos que han sido
utilizados en la reciente campaña electoral de Schleswig-Holstein. Se trata ya
de una cuestión de Estado limitar los daños del rechazo hacia los dos grandes
partidos democráticos que puede provocar este escándalo.
Pfeiffer, un notorio intrigante en el escenario político del
norte de la RFA, especialista en trabajos sucios, fue contratado en enero por
Barschel como responsable de la campaña electoral a la presidencia. Allí se
dedicó a falsificar comunicados del SPD y los verdes, contratar
detectives que vigilaran al candidato del SPD, Engholm, y presentar una
denuncia anónima contra el líder del SPD por supuesto fraude fiscal. También
intentó conseguir antecedentes penales de candidatos de los verdes, dividir
a base de calumnias y testimonios falsos a una agrupación electoral
independiente y quiso hacerse con un micrófono para instalarlo en el teléfono
de Barschel y acusar a Engholm después. Según manifestó en declaración jurada
ante Der Spiegel, todos estos trabajos los hizo por orden de
Barschel. Éste lo desmintió, aunque sus contradicciones fueron en aumento, y
pronto existió la certeza de que sabía más de lo que aseguraba.
Ahora se ha sabido que también miembros del SPD habían
tenido contactos con este "siniestro personaje", lo que no habían
revelado hasta hace pocos días. Dijeron que sólo intentaban paliar los daños de
la campaña de Barschel contra Engholm, una vez que les fue denunciada por el
propio Pfeiffer. Engholm no sabía nada de los contactos de sus compañeros con el
asesor de Barschel.
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