Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
08.09.87
La visita del jefe del Estado de la República Democrática
Alemana (RDA), Erich Honecker, en Bonn comenzó ayer con buen signo. Y ello pese
a las grandes dificultades políticas y protocolarias que conlleva para los dos
protagonistas, el propio Honecker y el canciller federal, Helmut Kohl. Las
imágenes de Honecker recibiendo honores militares en el aeropuerto y en la
cancillería, de la bandera de la RDA ondeando ante la residencia del canciller
y de Kohl en posición de firmes escuchando el himno de la RDA hubieran
provocado un terremoto político de imprevisibles consecuencias en la República
Federal de Alemania hace no muchos años.
De haberse producido bajo un Gobierno socialdemócrata, éste
habría sido acusado de traidor y de quinta columna de Moscú por
círculos cercanos al canciller que ahora es el anfitrión del vecino oriental.
La normalidad ha sido espectacular en el comienzo de este viaje
excepcional. Las escasas protestas de grupos a la derecha de la democracia
cristiana (CDU-CSU) no han tenido prácticamente eco. El consenso de todos los
partidos parlamentarios a la hora de aplaudir la visita ha sido unánime. El
"constructor del muro", "el sanguinario comunista" y
"sicario de Moscú", como se le llamó en su día a Honecker en la RFA,
llegó ayer al aeropuerto de Bonn-Colonia sonriente, seguro de sí mismo y
demostrando plena conciencia de la responsabilidad que recae sobre los dos
Estados alemanes en el mantenimiento de la estabilidad y el avance hacia nuevas
formas de cooperación entre dos sistemas diferentes.
Tras 38 años luchando por una identidad nacional propia,
marcando con celo las diferencias entre su "nueva patria socialista"
y la "Alemania capitalista", Honecker llega a la cima de su vida
política con el reconocimiento de su papel por parte de Bonn como máximo
representante de la RDA. Es éste el final de un largo empeño para lograr el
reconocimiento internacional para su país. Hoy, con 120 embajadas acreditadas
en Berlín Este y su recepción en la cancillería federal, Honecker sabe que ha
cumplido su objetivo primordial.
En sus intervenciones, Honecker y sus anfitriones, el
canciller Kohl y el presidente de la RFA, Richard von Weizsaecker, han
destacado una estrategia común, la única realista, que consiste en anteponer
los pequeños pasos de cooperación concreta a las cuestiones política e
ideológicamente insalvables. "Hay que ampliar todo lo alcanzado en la
cooperación entre nuestros dos Estados, sin ocultar las diferencias y
antagonismos. Es necesario y posible que vivamos juntos en paz y que nos
llevemos bien", manifestó Honecker en la cancillería.
En su brindis antes del almuerzo que le ofreció Von
Weizsaecker, Honecker reiteró que "hay que respetar las realidades" y
calificó de peligroso y absurdo seguir añorando el "imperio alemán"
en sus fronteras de 1937, que según la Constitución de la RFA sigue vigente.
Kohl y Von Weizsaecker expresaron de forma clara sus
opiniones sobre la existencia de una sola nación alemana y del carácter
irrenunciable del objetivo de la reunificación. Kohl recordó que Honecker y él
firmaron en Moscú una declaración según la cual "el suelo alemán no puede
ser jamás de nuevo origen de una guerra". No obstante, Kohl coincidió con
Honecker en la necesidad de fomentar la cooperación pese a las diferencias
"existentes".
Honecker y Kohl mostraron su satisfacción y esperanza ante
las expectativas de un rápido acuerdo entre las superpotencias para la
eliminación de los misiles de alcance intermedio. Ambos mostraron también su
interés en que este primer acuerdo de desarme real de la posguerra sea sólo el
comienzo de una reducción que afecte también a las armas convencionales,
químicas y nucleares de corto y largo alcance.
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