Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
21.08.87
Wolf-Rüdiger Hess, el único hijo del ex lugarteniente de
Hitler muerto el lunes pasado en la prisión berlinesa de Spandau, pone en duda
que su padre se suicidara, como afirma la versión oficial. Sospecha que su
padre actuó en un estado de enajenación provocado por medicamentos que le
suministró la guardia de la cárcel.
El abogado de su padre, el ex ministro del Interior del
Estado de Baviera Alfred Seidl, también sugiere que "alguien
intervino" en la muerte del anciano.
Las dudas aireadas por ambos, unidas a la insólita torpeza
informativa de las autoridades británicas a la hora de hacer públicos los detalles
de la muerte, han hecho mucho más por la creación de una malsana leyenda
Hess que todos los esfuerzos de los grupúsculos neonazis.
La actitud británica es inexplicable. La del hijo de Hess no
tanto. Desde hace años tiene firmado un contrato en exclusiva con la editorial
Springer, propietaria del diario sensacionalista Bild (cinco millones de
ejemplares diarios), para el relato de los pormenores de la vida y muerte de su
padre.
Antes de que decaiga el interés por uno de los últimos
vestigios del pasado más tenebroso de Alemania, el gran público se verá todos
los días confrontado con los detalles íntimos del cautiverio de Hess y otros
pormenores en torno a su persona. El objetivo que prima es, por supuesto, el
dinero. A más expectación, mayores ventas, quizá algún libro o una película. El
efecto es más grave.
En versión melodramática se narrará la vida del verdugo como
si fuera una víctima. Movido por la piedad, el lector se verá inducido a
solidarizarse con el pobre Hess.
Desde sus aspectos más cotidianos y humanos se intentará
presentar en él al nazi bueno. Ayuda a crear expectación el anuncio del
lugar donde reposará el cuerpo, los días de espera ante el sepelio y el
misterio que ha rodeado la muerte de este fantasma del pasado.
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