Por HERMANN TERTSCH
El País, Varsovia,
29.11.87
La población polaca está convocada hoy a las urnas para
decidir el ritmo de aplicación de las reformas económicas y políticas
elaboradas por el régimen del presidente Wojciech Jaruzelski. Según los últimos
sondeos, hechos públicos el viernes, una mayoría en torno al 60% del censo está
decidida a votar afirmativamente en el referéndum pese al temor a las fuertes
subidas de precios, ya anunciadas, y la falta de fe en una mejoría de la
situación económica. Un 17% de los encuestados declaró su intención de no votar
y un 20% no ha decidido aún si lo hará.
El régimen polaco ha realizado una campaña masiva de
propaganda para movilizar en favor de las reformas a una población pasiva y
pesimista, que se ha resignado a la crisis. Gran parte de la abstención será un
gesto de protesta de quienes niegan al régimen credibilidad, competencia o
intención de aplicar reformas reales. Es difícil estimar el eco del llamamiento
a la abstención de dirigentes del sindicato clandestino Solidaridad entre la
población. No obstante, nadie cree en Polonia que votando en contra o ignorando
la consulta se puedan evitar los efectos inmediatos de la aplicación de la
reforma: las fuertes subidas de precios, que en algunos productos alcanzarán el
200%.
El paquete de medidas propuesto por el Estado, destinado a
un "saneamiento radical de la economía" y una "profunda
democratización de la vida política", prevé grandes cambios en la gestión
económica, con un desmantelamiento de sectores de la Administración,
posibilidades e incentivos para la iniciativa privada, autonomía de las
empresas y nuevas ofertas para la participación política, como una nueva ley de
asociación, pluralidad de candidaturas, ampliar las competencias del
Parlamento, eliminar prescripciones, trámites y aparato burocrático y reformas
constitucionales para consagrar nuevos derechos cívicos.
Se trata de cambios radicales, de "hacer en tres años
lo que los húngaros han hecho en veinte", según decía ayer un dirigente
del partido. Las medidas económicas son razonables, según observadores
extranjeros, pero muchos dudan que tengan éxito, dada la apatía y la desazón
generalizadas en la población. "Hace años estas medidas hubieran
entusiasmado. Hoy, muchos polacos sólo piensan en emigrar, y la mayoría está
convencida de que nada que proceda de este régimen puede ser razonable. Quizá
vayan, sin embargo, a votar sí para tener otro reproche que hacer al Gobierno",
según un joven periodista polaco.
La población no muestra entusiasmo alguno ante unas reformas
que, tal como dijo el propio Jaruzelski el miércoles pasado, ante el pleno del
Comité Central, "están en concordancia con los principales contenidos de
la protesta de agosto de 1980". En aquellas fechas comenzaron las huelgas
que trajeron consigo la creación de los sindicatos independientes Solidaridad.
"Segunda fase de la reforma"
El jefe del Estado presenta la "segunda fase de la
reforma" como la profundización consecuente en un proceso de
democratización general del sistema, comenzado con la creación de Solidaridad e
interrumpido en diciembre de 1981 por la necesidad de restablecer el orden ante
la "anarquía" provocada por los "elementos antisocialistas"
en la cúpula del sindicato independiente. Jaruzelski presentó ante el pleno del
Comité Central una "oferta de entendimiento que no excluye a nadie",
y manifestó que las reformas comparten con el movimiento reivindicativo de
Solidaridad el lema de Socialismo sí, deformaciones no.
La primera pregunta es: "¿Está usted por la realización
plena del programa de saneamiento radical de la economía encaminado a un
mejoramiento claro del nivel de vida, sabiendo que esto implica pasar por un
difícil período de dos o tres años de transformaciones rápidas?". Los
polacos saben, y el Gobierno ha confirmado, que tras el eufemismo de
"transformaciones rápidas" está la reforma de precios, con la
eliminación de subvenciones y un fuerte alza del coste de la vida. Pocos creen,
sin embargo, que el "período difícil" se limite a "dos o tres
años".
Dada la grave situación en la que se hallan amplios sectores
de la población, con un nivel de vida en continua caída, el Gobierno tiene
razones para temer tensión social y protestas. El Gobierno ha anunciado subidas
salariales y compensaciones por algunas subidas de precios. Pero la incógnita
que nadie sabe despejar en Varsovia es cómo piensa el Gobierno frenar la
inflación resultante.
Para compensar los primeros efectos de la reforma económica,
la subida de precios, el régimen no tiene nada que ofrecer, salvo concesiones
en el terreno político y facilidades en el penoso laberinto burocrático
cotidiano. En el terreno económico, los polacos tardarán en percibir
beneficios, incluso en el hipotético caso de que la reforma sea aplicada
consecuentemente.
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