Por HERMANN TERTSCH
El País, Belgrado,
05.11.87
Las minorías étnicas y los nacionalistas desestabilizan a
los países del Este europeo
Las minorías étnicas y los nacionalismos desestabilizan a
los países del Este. La provincia autónoma yugoslava de Kosovo vuelve a ser
escenario de enfrentamientos entre serbios y albaneses. En Moscú se manifiestan
los tártaros de Crimea para solicitar el regreso a su tierra de origen.
Letones, lituanos y estones protestan públicamente contra la rusificación de
sus repúblicas bálticas. Hungría y Rumanía tienen sus relaciones políticas
prácticamente paralizadas por la represión cultural de la minoría húngara bajo
el régimen de Bucarest.
En Croacia y Eslovenia, las dos repúblicas católicas y de
mayor bienestar de Yugoslavia, la población muestra, cada vez con mayor ímpetu,
su malestar por la catastrófica situación yugoslava que achacan a Serbia y a
las repúblicas y provincias pobres del Sur, y advierten que no tolerarán una
reforma constitucional para retornar a un centralismo bajo hegemonía serbia. En
Bulgaria, las autoridades practican desde hace años una política de
erradicación de la minoría turca por el simple método de bulgarizar los
nombres de los ciudadanos de origen turco. La minoría turca se ha resistido, y
en los últimos años se produjeron atentados protagonizados por miembros de la
misma.
El problema de las minorías étnicas en el Este, Centroeuropa
y los Balcanes, cuyo potencial desestabilizador y explosivo ya demostró
sobradamente la I Guerra Mundial, comienza de nuevo a manifestarse con fuerza.
Causa de ello es, por un lado, la nueva política del Kremlin: la mayor
tolerancia de la expresión y crítica pública ha hecho resurgir las voces de las
naciones sometidas al silencio.
Por otra parte, en Yugoslavia, está la grave crisis de
Estado. Siete años después de la muerte de su legendario líder, Josep Broz
Tito, el sistema yugoslavo de no alineamiento y socialismo autogestionario hace
dudar ya a muchos de su capacidad de subsistencia. Un fuerte endeudamiento
exterior, que sitúa al país al borde de la insolvencia; una inflación que hace
caer continuamente el nivel de vida; una clase política desacreditada por
incapaz y corrupta y la ancestral intolerancia y hostilidad entre los diversos
pueblos balcánicos plantean graves interrogantes sobre el sistema yugoslavo.
Seis años después de los acontecimientos sangrientos de 1981
en Kosovo, que comenzaron con protestas estudiantiles y terminaron en graves
enfrentamientos entre la población albanesa y la policía, con el resultado de
11 muertos, según cifras oficiales, y muchos más, según estimaciones
occidentales, fuerzas especiales de la policía yugoslava patrullan de nuevo por
esta provincia y su capital, Pristina.
La tensión está en aumento en Yugoslavia, ante la
posibilidad de un nuevo brote de violencia en esta provincia, limítrofe con
Albania, en la que el 77% de la población se declara albanesa. Los albaneses se
consideran discriminados económicamente y reprimidos culturalmente. Los serbios
en Kosovo se consideran discriminados y amenazados por los albaneses en la
provincia. Hace semanas, ciudadanos serbios se manifestaron en Pristina contra
las "violaciones de mujeres serbias por albaneses".
El nacionalismo no ha desaparecido con la aplicación oficial
del internacionalismo. En todos los Estados surgidos de los imperios que se
hundieron tras la I Guerra Mundial, entre ellos el austro-húngaro, resurgen las
luchas por la hegemonía cultural, política y económica. En varios de estos
Estados, los regímenes comunistas reactivan oficialmente este nacionalismo como
elemento integrador, papel que ya no puede jugar la ideología desacreditada
entre la población.
Los polacos, nacionalistas siempre, sienten hostilidad hacia
prácticamente todos sus vecinos y se ha considerado tradicionalmente el pueblo
elegido por Dios en su lucha contra la Rusia ortodoxa y la Alemania
protestante. Los húngaros están abiertamente enfrentados a los rumanos por
Transilvania. Los búlgaros tienen continuas tensiones con Belgrado por
Macedonia.
Así las cosas, sólo puede ser una buena noticia que
próximamente se reunirán, por primera vez en la historia, ministros de Asuntos
Exteriores de todos los países balcánicos para tratar sobre los problemas de
esta región, el polvorín de Europa, donde más peligro conlleva una
radicalización de los nacionalismos.
Cuadros de ejércitos occidentales han tratado en los últimos
años en sus maniobras la hipótesis de una guerra mundial originada por un
conflicto regional en los Balcanes. Algunos observadores han advertido que, de
no resolver Yugoslavia sus problemas internos, aquí podría estar el próximo
Líbano.
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