Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
18.08.87
Rudolf Hess, lugarteniente y hombre de confianza de Adolf
Hitler, murió ayer a los 93 años en la cárcel de Spandau, en Berlín, tras más
de 40 años de cautiverio, 20 de ellos como único recluso de esta prisión
militar de las cuatro potencias vencedoras de la II Guerra Mundial. Con Hess
muere el último representante de la cúpula del nacionalsocialismo alemán, cuyo
cautiverio se había convertido en los últimos años para unos en el símbolo de
la expiación de los crímenes nazis contra la humanidad, y para otros, en la
prueba de la propia actitud inhumana de los vencedores hacia un anciano.
La muerte del solitario de Spandau acaeció a media
tarde, según anunció su hijo Wolf Rüdiger Hess y confirmaron en Berlín Oeste
las autoridades militares de las fuerzas aliadas occidentales. Minutos antes de
hacerse pública la noticia, el cuerpo del anciano prisionero había sido
trasladado a un hospital de la ciudad. El traslado, realizado sin escolta ni
preparativos previos, así como el hecho de que los jefes de las comandancias
aliadas se habían reunido urgentemente, hacían prever un desenlace inmediato.
El gobierno militar británico en Berlín informó más tarde que Hess había muerto
ya antes de ser sacado de la prisión. Tras casi la mitad de su larga vida en
prisión, murió así, sin recobrar la libertad que hasta hace pocos meses había
solicitado, el hombre que después de ser lugarteniente de Hitler en vida de
éste tuvo que suplantarlo también en el castigo de por vida que le fue impuesto
por el tribunal militar de Nüremberg.
Desde el 10 de mayo de 1941, el día en que se lanzó en
paracaídas sobre la campiña británica tras un vuelo en solitario para una
misión supuestamente pacificadora, absurda o incomprendida, Rudolf Hess no
volvió a ser un hombre libre. En Nüremberg, la Unión Soviética pidió para él la
pena de muerte, pero los otros tres aliados vencedores -Estados Unidos, Francia
y Gran Bretaña- impusieron la cadena perpetua dada su iniciativa de volar a
Gran Bretaña, que nadie supo dilucidar si fue provocada por la buena fe o por
un desequilibrio mental.
Las autoridades de la República Federal de Alemania (RFA) no
han cesado en los últimos años de pedir la liberación de Hess como signo de
magnanimidad por parte de las potencias vencedoras. En 1985, el presidente de
la RFA, Richard von Weizsäcker, pidió en su mensaje navideño la libertad para
Nelson Mandela y Andrei Sajarov, y también para este anciano que ya salía muy
poco a pasear por el patio de esa prisión, construida en el siglo pasado para
600 presos y que desde ayer queda vacía.
El canciller Helmut Kohl escribió una carta el pasado año a
los dirigentes de las cuatro potencias vencedoras de la guerra, que desde
entonces se turnaban en la vigilancia de esta antigua fortaleza destinada a los
siete principales criminales de guerra no ejecutados tras los juicios de
Nüremberg. Desde que Alfred Speer abandonó la cárcel en 1966, los 42 soldados y
oficiales sólo controlaban los cada vez más escasos movimientos de Hess, en los
últimos años prácticamente ciego. El defensor de Hess ante el tribunal militar
aliado, Alfred Seidl, dedicado desde entonces a luchar por la libertad de su
defendido no cejó, junto al hijo del dirigente nazi, en buscar resortes para
lograr que pudiera morir en el seno de su familia.
La Unión Soviética, sin embargo, ha mantenido hasta el final
su decisión de no liberar a Hess para mantener al que ha considerado como el
símbolo viviente del nacionalsocialismo que devastó Rusia occidental y causó
mas de 20 millones de muertos a su pueblo. Al no haber podido capturar vivo a
Hitler, Hess se convirtió para la URSS en el sujeto que durante el mayor tiempo
posible mostrara la expiación de los crímenes nacionalsocialistas.
El temor a que la muerte en cautiverio de Hess pudiera crear
un mito útil para la extrema derecha alemana ha sido utilizado como argumento
por su defensor, su hijo y personalidades favorables a su liberación. Desde
hace años, los grupos neonazis se manifestaban ante la cárcel de Spandau
pidiendo su puesta en libertad y el lema de "Freiheit für Hess"
(libertad para Hess) prolifera en las pintadas neonazis en las ciudades de la
RFA. Aunque en un principio se dijo que el cuerpo de Hess sería incinerado y
sus cenizas esparcidas en un lugar secreto, para no crear un escenario de culto
para esta minoría neonazi, el gobierno militar británico en Berlín anunció ayer
que el cadáver será entregado a la familia.
La prisión de Spandau, bajo la jurisdicción de las cuatro
potencias vencedoras sólo mientras viviera su último prisionero, será demolida.
"Con la muerte de Rudolf Hess la cárcel de Spandau ha cumplido su
objetivo", aseguraba un comunicado del gobierno militar británico en
Berlín.
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