Por HERMANN TERTSCH
El País Miércoles,
11.11.87
REPORTAJE
Centralismo y secesión, las tentaciones de los pueblos
yugoslavos
Mantén la sonrisa es el nuevo lema de la juventud urbana
yugoslava ante la catastrófica situación en que se halla el Estado federal,
siete años después de la muerte del mariscal Tito. Los llamamientos al buen
humor están más que justificados, si bien comienzan a ser inútiles. El
deterioro de la economía es vertiginoso, con una inflación actual del 140%, una
deuda exterior cuyas obligaciones devoran la mitad de los ingresos en divisas y
el nivel de vida cayendo en picado.
La situación ha llegado a un extremo en que abiertamente se
cuestiona la viabilidad del Estado plurinacional. La tensión y las abiertas hostilidades
entre las naciones y nacionalidades, repúblicas y provincias autónomas,
religiones y razas que componen la República Federativa Socialista de
Yugoslavia alcanzan ahora una cota en que "algo tiene que pasar",
como señalan en Belgrado diplomáticos occidentales. Los agravios comparativos,
envidias, el egoísmo económico y los nacionalismos, en parte racistas, surgen
con virulencia con el hundimiento de la economía. Los serbios, minoría en la
provincia autónoma de Kosovo, abandonan en masa esta región, intimidados,
aseguran, por los albaneses. Tras recientes protestas por supuestas violaciones
de mujeres serbias por albaneses, el dirigente comunista de Kosovo, Fadil
Hodscha, viejo colaborador de Tito, dice en público que la razón es la escasez
de prostitutas serbias en la zona. Hodscha ha sido despojado de sus cargos por
ser agente de Albania.
Los albaneses de Kosovo aseguran que Belgrado provoca la
nueva crisis para fomentar el chovinismo serbio y minar los derechos
de la población albanesa, mayoritaria en la provincia. El Gobierno federal está
elaborando un programa para frenar el éxodo de serbios y montenegrinos de
Kosovo que, como la mayoría de los programas federales, no se espera que tenga
éxito.
El presidente de Yugoslavia, Lazar Mojsov, pidió el 19 de
octubre ante el pleno de la Asamblea Federal que el programa "no corra la
misma suerte que otros anteriores". Mojsov solicitó un esfuerzo en favor
de la "unidad, hermandad e igualdad de naciones y nacionalidades" y
"una lucha eficaz y sin compromiso" contra "el nacionalismo, que
está en auge y es la plataforma de las fuerzas contrarrevolucionarias".
"Aquí nos odiamos"
"Aquí lo que pasa es que nos odiamos", sentencia
un joven estudiante en Zagreb, capital de Croacia, donde se palpa el temor a
una ofensiva centralista por parte de Serbia, la república más grande
y poblada. También en Liubiana, capital de Eslovenia, se ve con alarma el
"resurgir del espíritu de la gran Serbia", que les quiere arrebatar a
los eslovenos su relativo bienestar y someterlos al dictado centralista de
Belgrado. Ejemplo de intereses contrarios es la ley de divisas. Eslovenia
ingresa, con el 10% de la población, un 30% de todas las ganancias por
exportación. Una centralización de los ingresos de divisas hace temer a los
eslovenos que sus ganancias se vayan para no volver. El Gobierno
federal quiere controlar las divisas para su fiscalización eficaz y evitar las
inversiones catastróficas del pasado de las autoridades de las repúblicas.
Además, hay dineros que se esfuman. Las autoridades intentan ahora localizar
500 millones de dólares (unos 57.000 millones de pesetas) que desaparecieron en
la complicada red administrativa. En las repúblicas se duda, sin embargo, que
un poder central desacreditado ejecute un control más efectivo.
En Belgrado, capital de Serbia y sede del Gobierno federal,
se discute ahora la reforma de la Constitución de 1974. Con sus amplias
concesiones de competencias a las repúblicas y provincias, muchos ven en ella
el origen de la situación actual. "Yugoslavia ya no es de hecho un Estado
federal, sino una confederación de Estados", dicen partidarios de la
centralización. "Aquella Constitución fue fruto del idealismo, y ha
fracasado. La nueva debe partir del realismo de que Yugoslavia necesita un
mercado único y una economía común", asegura el experto en derecho
constitucional, Nicola Stefanovic, que asesora a la Asamblea.
Fuentes del Gobierno federal dicen que "no hay manera
de salir de la crisis con ocho economías distintas, ocho mercados y ocho
políticas diversas y enfrentadas. Hay que ir hacia la unificación". No
obstante, expresan sus dudas de que esto sea posible, dada la necesidad de
consenso.
Croacia y Eslovenia, las dos repúblicas más ricas y
desarrolladas, de mayoría católica, se consideran centroeuropeas frente a
los balcánicos ortodoxos de Serbia y Macedonia. Y los musulmanes de
Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Kosovo van a dar la batalla contra
lo que califican de "intento de Serbia por hacerse con la hegemonía en la
federación", con el pretexto de aumentar la efectividad del sistema.
En las repúblicas ricas predomina la opinión de que el
origen de los males está en la falta de una economía de mercado y en la escasa
productividad, el desorden y el subdesarrollo de las repúblicas del Sur.
La Iglesia ortodoxa serbia, con su herencia bizantina poco
dada a la tolerancia, también fomenta el resurgir del nacionalismo serbio,
llama a sus fieles a quedarse en Kosovo, patria ancestral de los
serbios, y está en extraña alianza con los sectores del partido comunista, más
recelosos a una apertura hacia Occidente y más tendentes a soluciones
paneslávicas con el patriarcado de Moscú y quizá con el Kremlin. Los
albaneses, muchos añorantes de una reunificación con Albania, con el índice de
natalidad más alto de Europa, son cada vez más y más ajenos al Estado federal.
El jurista Stefanovic no cree en el peligro secesionista, sobre todo por
motivos políticos y prácticos.
"La experiencia nos demuestra que nuestros intereses
comunes son más fuertes que nuestras diferencias", asegura. Además, con la
creación de la federación, los pueblos renunciaron al derecho de separación, y
el Ejército intervendría como garante de la integridad territorial. De los 22
millones de habitantes de Yugoslavia, sólo 1,2 millones se declaran yugoslavos.
Estos últimos pertencen todos ellos a alguna de la veintena de etnias incluidas
en el censo, y se declaran yugoslavos como gesto de tolerancia y convivencia
entre los pueblos de este Estado, cuya simple existencia es puro malabarismo.
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