Por HERMANN TERTSCH
El País, Wunsiedel,
24.08.87
Wunsiedel, una pequeña e idílica ciudad de 10.000
habitantes en plenos bosques de Baviera (en el sur de la República Federal de
Alemania), cerca de la frontera con Checoslovaquia y a 50 kilómetros de
Bayreuth, la capital del fervor por la ópera wagneriana, es un recóndito lugar
en una de las regiones, por tradición, más conservadoras de Alemania. Sólo era
conocida hasta ahora fuera de sus confines por los veraneantes que acuden a
estos bellos parajes y por los eruditos que saben que allí nació el poeta Jean
Paul, uno de los máximos representantes del romanticismo alemán. Pero desde el
pasado lunes, Wunsiedel es una ciudad estigmatizada por un cadáver, el de Rudolf
Hess, que reposará el miércoles en su cementerio. Hess, ex lugarteniente de
Hitler se quitó la vida el pasado lunes en la cárcel de Spandau, en Berlín,
entre cuyos muros había permanecido los últimos 41 años. Ahora va a ser
enterrado en el panteón de su familia, donde yacen sus padres, Fritz y Klara,
su hermano Alfred, y un cuñado, Erwin Rauch, comandante de una división de
infantería en la guerra que Hess, su ídolo Hitler, y sus muchos cómplices
iniciaron.
La tumba de Hess se halla a unos 200 metros de un monumento
a "30 víctimas del fascismo", como reza la inscripción. Se trata de
30 judíos que murieron en Wunsiedel cuando eran transportados como reses hacia
un campo de concentración en el este de Europa.
El monumento a esas víctimas, cuya existencia ha pasado
inadvertida hasta hoy a la mayoría de los habitantes de Wunsiedel, está
condenado a merecer atenciones infinitamente menores que las que serán
otorgadas a la lápida del ilustre verdugo.
El carisma de Hitler
Rudolf Hess no nació en Wunsiedel, sino en Alejandría, en
Egipto, a donde su padre había emigrado con su familia. Ésta se había asentado
en el pueblecito bávaro a finales del siglo XVIII. Era una familia laboriosa
que comenzó instalando un taller de zapatería y que en pocas generaciones hizo
nombre y bienestar con el comercio. Sin embargo los Hess tenían apego a su
tierra bávara, y gracias a las ganancias de sus negocios comerciales en Egipto
se construyeron cerca de Wunsiedel una casa en 1908. Una vez en Alemania para
cursar sus estudios, Rudolf Hess pasaba largas temporadas en este lugar.
Tras finalizar la I Guerra Mundial, en la que fue gravemente
herido, e ingresar en la universidad de Múnich, Hess conoció a Hitler y quedó
sojuzgado por su carisma. Desde entonces, toda su larga vida, incluso su
muerte, estuvo marcada por una fanática fidelidad al dictador. Participó con
él, pistola en mano, en el intento de golpe de Estado en 1923. Con Hitler fue
encarcelado en la prisión fortaleza de Landsberg. Allí le dictó Hitler gran
parte del libro Mein Kampf (Mi lucha).
Tras ser liberado, y durante largos años, Hess que, a partir
de 1933, se convirtió en el segundo hombre del partido tras el führer, fue
con frecuencia a Wunsiedel, a la casa de sus padres, ya como una alta
personalidad admirada por la mayoría. Allí, como en tantas otras localidades
del III Reich, fue nombrado ciudadano de honor. Allí también, como en
todos los sitios donde le fue concedido este honor, le fue retirado tras la
derrota del nazismo, en 1946.
A partir de entonces pocos se acordaban de su otrora ilustre
ciudadano. Tan sólo su casa de campo seguía siendo llamada la Villa Hess, a
pesar de estar en otras manos desde el final de la guerra. Ahora la población
acoge, exenta de todo entusiasmo, el regreso de Hess.
Indeseables
Muchos temen que la ciudad se llene de
"indeseables" neonazis y se convierta en un símbolo a evitar por la
mayoría de los alemanes. El alcalde, Karl Walter, asegura que aceptó que Hess
fuera sepultado allí porque "a nadie se le puede negar una tumba".
Otros como un hotelero que lleva días negando alojamiento a
grupos de nazis que quieren acudir al sepelio, consideran que el que fuera hijo
favorito de la villa les hubiera hecho un gran favor no acordándose de aquel
ignoto pueblecito.
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