Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
20.06.98
TRIBUNA
La tensión en Chipre vuelve a dispararse. Turquía y Grecia,
los dos aliados nominales en la OTAN y enemigos en todo lo demás se vuelven a
intercambiar advertencias, improperios y alguna demostración de fuerza con
fines intimidatorios. La realización de maniobras conjuntas entre Atenas y el
Estado greco-chipriota, con presencia de aviones de combate griegos en la isla,
ha provocado la inmediata reacción de Ankara, que, a su vez, ha enviado seis
F-16 a la parte norte de la isla. Ankara también ha mandado buques al puerto
chipriota de Kyrenia. En los 24 años que ya se prolonga la división de la isla
han sido muchas las ocasiones en que Ankara y Atenas han estado cerca de un
conflicto realmente serio en la isla. Estados Unidos y, en menor medida, los
aliados europeos de ambos han evitado siempre que esto sucediera
La persistencia de la guerra fría fue, paradójicamente, una
especie de garantía de que este conflicto no estallara, pese al inmenso
potencial bélico que tiene.
Y sin embargo, la crisis endémica chipriota, con seguridad
uno de los conflictos más anquilosados y de difícil solución en la actualidad,
puede estar moviéndose en una dirección altamente peligrosa. El primer ministro
turco Mesut Yilmaz ha declarado que «Turquía no quiere guerra en Chipre, pero
la posibilidad de la misma depende ante todo de la actitud de los
grecochipriotas».
Tienen en parte razón las fuentes de la Unión Europea (UE)
cuando dicen que la actitud de Turquía respecto a Chipre se ha endurecido por
causas no estrictamente relacionadas con la isla. Por supuesto que es así. Pero
en parte es la UE la que debiera plantearse si no tiene una considerable
responsabilidad en que haya sucedido. La cumbre de la UE en Cardiff ha sido,
como últimamente parece ser habitual, una nueva afrenta a Turquía. Se evita
todo acercamiento, se posponen promesas hechas en su día y se permite que
Atenas decida toda la agenda política de la Unión respecto a los turcos.
La marginación sistemática de Ankara como candidato, incluso
a larguísimo plazo, a la admisión en el club europeo es un error histórico al
que viene siendo inducida la UE por Grecia desde hace demasiado tiempo. Imponer
a Turquía una frustración tras otra con la insistencia con que se viene
haciendo puede tener un costo muy alto. En lo que respecta a la estabilidad
interna de este gran país aliado de Occidente y los esfuerzos de gran parte de
su sociedad por profundizar en la democracia y reformar el estado. Por el
contrario, hay quienes parecen empeñados en arrinconar a Turquía y provocarla a
actitudes militaristas para después descartarla como socio y aliado.
No otro sentido pueden tener los planes -ya en marcha- de
despliegue en la parte greco-chipriota de misiles S-300 de Rusia, cuya
instalación está prevista este año. El Gobierno de Yilmaz no puede permitirse
mostrar debilidad ante lo que unánimemente se considera en Turquía como una
provocación griega. Parece evidente el interés de Nicosia de forzar la situación
con un rearme y una ofensiva sistemática contra los turcos en los foros
internacionales en general, pero especialmente en la UE.
El año próximo se celebrarán elecciones en Turquía. La UE y
Grecia muy en particular deberían estar interesados en que la situación interna
de este poderoso vecino se desarrolle con estabilidad hacia la hegemonía de
fuerzas favorables a una reforma que desmilitarice el poder en Ankara y
fortalezca los lazos occidentales de aquel país. Curiosamente parecen estar
empeñados en hacer todo lo contrario. Así no solo no solucionarán el conflicto
de Chipre, sino posiblemente estén generando alguno otro adicional y no menos
grave.
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