Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Francfort
El País Domingo,
17.10.99
REPORTAJE
Pere Vicens fue elegido ayer presidente de la Unión
Internacional de Editores
La pequeña Hungría ha sido este año el país huésped de la
Feria del Libro de Francfort. A su enorme pabellón ha acudido la mayoría de los
editores y escritores de la nación y, con ellos, uno de los autores más
interesantes del momento: Peter Esterhazy, al que se le augura una enorme
proyección a nivel internacional. En España le acaban de editar un bellísimo y
extremadamente inquietante libro bajo el título de "Los verbos auxiliares
del corazón". Pero Francfort también tiene acento español. Ayer, la Unión
Internacional de Editores convertía a Pere Vicens en su presidente, mientras
que escritores como Manuel Vicent y Manuel Rivas han visto cómo sus obras han
sido elegidas por editores extranjeros.
"Para explicarle la situación de un escritor húngaro
tiene Usted que pensar que los dos idiomas más difíciles de este continente son
el vasco y el húngaro. Y el húngaro es tan difícil que no lo entienden ni los
vascos".
Peter Esterhazy es hoy la estrella de la literatura húngara
que, lejos de estar asediada como el poblado resistente galo de Asterix, está
lanzada a la conquista de mercados, siempre por supuesto, traducida. Hungría
ha sido este año el país huésped de la feria del Libro de Francfort. Ha tenido
este pequeño país un inmenso pabellón en el que han estado además de su
presidente, el escritor Arpad Göncz y su primer ministro, el jovencísimo
liberal de centro-derecha Viktor Orban, sus editoriales y sus principales
escritores. ¿Todos? No, dicen las voces más nacionalistas en Hungría que por
medio de su habitual portavoz y líder, Istvan Csurka, ha manifestado que sólo
han ido a Francfort escritores judíos, cosmopolitas y nada comprometidos con la
idea nacional eterna de la nación húngara.
Esterhazy, que acaba de publicar en España un bellísimo y
extremadamente inquietante libro bajo el título de Los verbos auxiliares del
corazón (Alfaguara), no es judío aunque tampoco parece que le hubiera importado
serlo. Es, sin duda un cosmopolita pero, a juzgar por su literatura, uno de los
más húngaros. Su Pequeña pornografía húngara fue publicada hace unos años en España,
sin mucha repercusión. En Alemania, sin embargo, Esterhazy es un enorme éxito
de ventas y se perfila ya como uno de los grandes que, desde una lengua tan
minoritaria como el húngaro, da el salto definitivo a las grandes lenguas
europeas y americanas.
Placer inquietante
El libro que ahora se publica en España, un encuentro entre
padre e hijos con motivo de la muerte de la madre es conmovedor y en todos los
sentidos tremendo. "La literatura debe ser un placer pero inquietante, que
tense el alma. Porque placer es también el masaje o los baños de pies".
Hay mucha intensidad abismal, vértigo, mucho sentido húngaro de la vida en este
libro de un Peter Esterhazy al que se puede calificar con facilidad con esos
términos que el nacionalismo considera insultos, tales como urbano o
cosmopolita.
No podía ser de otro modo. La familia Esterhazy nunca pensó
en términos fronterizos. Por su propia condición. Como una de las familias más
poderosas de la aristocracia austro-húngara, los Esterhazy financiaban entre
otros a Joseph Haydn sus manías y gastos mientras éste componía. Tenían
palacios y fincas inmensas en toda Centroeuropa y tuvieron muchas veces a lo
largo de los últimos siglos responsabilidades de Gobierno en el imperio
austro-húngaro. Incluso después de caer éste, fue el abuelo del escritor el
primer ministro del nuevo, depauperado y empequeñecido estado húngaro que
surgió de los acuerdos de Versalles y Trianón en 1919.
Con un apellido como Esterhazy y la llegada al poder de los
comunistas en Hungría después de la entrada del Ejército Rojo era después de la
Segunda Guerra Mundial más que recomendable la emigración. Pero el padre de
Peter Esterhazy decidió quedarse. Su hijo sigue hoy, un año después de su
muerte, sin saber bien a que se debió aquella decisión. Pero si conoce bien las
consecuencias. Nada más nacer él, toda su familia fue desterrada de Budapest en
1950 y forzada a vivir en una granja muy lejos de todos y todo lo que conocía.
El nombre de esta familia era para el régimen comunista una garantía de enemistad.
Por eso Peter acabó estudiando matemáticas. "Una materia en la que podía
tener esperanza de dedicarme a la enseñanza. Neutra. Políticamente no
sospechosa. Podía quizás haber estudiado alguna ingeniería técnica. Pero nunca
humanidades. Nunca literatura. Y es cierto que si hubiera intentado estudiar
ingeniería agrícola habrían sospechado que quería acabar con la colectivización
y reivindicar propiedades familiares". Nunca se le pasó por la cabeza. El
escritor nació ya en la situación de paria en que los había convertido el nuevo
régimen. Sus padres que habían vivido otros tiempos de opulencia sufrieron
mucho más. "Pero jamás les oí quejarse".
Su padre sobrevivió al régimen comunista. Y el hijo se
convirtió en un magistral diseccionador de los sentimientos tan vividos en
sociedades de historia tan trágica e intensa como la húngara.
Pasado sin sentido
Entiende muy bien lo que les pasa a sus compatriotas
"porque todos confundieron libertad con felicidad. Se fueron los rusos y
todos creían que a partir de ese momento todo sería maravilloso. Pero resulta
que seguían peleándose en sus matrimonios. Los seres humanos seguían
molestándose unos a otros. Y todos se lamentaban y lamentan. Hasta los verdugos
de entonces. En Occidente no se entiende bien hasta qué punto la gente ha
vivido humillada, personal y colectivamente, bajo los regímenes comunistas. Por
eso y por la carga biográfica, que todas las generaciones que vivieron adultas
aquello, llevan como un globo cargado de plomo sobre sus cabezas, es muy
difícil que perciban el éxito de la transición a la democracia y libertad. La
gente está en un mundo que no entiende y los mayores jamás lo entenderán. Ven
sus vidas fracasadas. Repasan el pasado y no le ven sentido. Por eso no hay
alegría. Y yo soy un buitre que se lanza sobre todo lo alegre y me desazona que
la gente no perciba las cosas bellas y bonitas que nos pasan".
Esterhazy combate el pesimismo cultural, a veces con dureza
e incluso crueldad. Pero todo indica que será, con la novela que está
concluyendo y saldrá en húngaro en primavera, una de las voces literarias más
relevantes en los próximos años.
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