Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
30.06.98
TRIBUNA
La ofensiva militar lanzada ayer por Ejército y policía de
Serbia contra Belacevac, localidad controlada por el Ejército de Liberación de
Kosovo (ELK), era previsible. Es un intento más de asfixiar rápidamente una
insurrección que Belgrado ha infravalorado. Incluso con éxito es ya inútil. La
guerra en Kosovo comenzó con una huida hacia adelante del presidente serbio
Slobodan Milosevic. Sus reveses institucionales en su pulso con Montenegro le
llevaron otra vez a buscar un conflicto para forzar la cohesión interna. Pero
sus posibilidades en este sentido se han reducido drásticamente. También esta
vez serán los serbios los perdedores. Y otra vez por culpa de Milosevic. Porque
ya es inviable su objetivo de darle la vuelta a la realidad demográfica de
Kosovo por medio de la fuerza militar. Tan inviable como pretender forzar la
permanencia de los albaneses kosovares en una Serbia bajo Milosevic. Serbia ha
perdido Kosovo, al menos su mayor parte. La cantidad de sangre que corra ahora
en este conflicto será directamente proporcional a la resistencia de Belgrado a
reconocer este hecho. El norteamericano Richard Holbrooke ha fracasado en su
misión mediadora porque partía de premisas hoy ya falsas. Intentar convencer a
los combatientes albaneses para que poco menos que retornen al régimen de
segregación institucional es un esfuerzo gratuito. Milosevic, por su parte, ya
solo se fía de su aparato militar y, en cierta medida, de la protección de
Moscú. De momento existe.
La UE puede decir misa en contra de la independencia de
Kosovo. Sólo retrasará este final. Milosevic dinamitó Yugoslavia. Ya ha
destruido también Serbia. La UE debería olvidarse por tanto de escenarios
imposibles y comenzar a elaborar propuestas de confederación entre iguales. Con
un Kosovo albanés e implicando a Macedonia y Albania. Todo ello para impedir
que la guerra se extienda. Lo demás son ya brindis al sol.
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