Por HERMANN TERTSCH
El País, Berlín,
11.07.99
REPORTAJE
La Love Parade batió ayer su propia marca de participación
en la gran fiesta del 'tecno'
La discoteca total alcanzó ayer su tope en Berlín. El mayor
festival de música tecno en el mundo, la gran fiesta conocida como Love Parade
(Desfile del Amor), logró reunir ayer en su décimo aniversario alrededor de un
millón y medio de aficionados. Algo muy distinto a lo que ocurrió en su primera
convocatoria, hace tan sólo 10 años, cuando la ciudad se encontraba aún
dividida por el muro y sólo acudieron 150 amantes del tecno a la cita. Alemanes
del este y del oeste, japoneses y valencianos, sicilianos y daneses, muchísimos
jóvenes, y no tan jóvenes, parecían obedecer una consigna: prohibido enfadarse,
a lo largo de la avenida del Diecisiete de Junio, donde más de cincuenta
camiones servían de plataforma para la música. Había quienes presentaban claros
síntomas de haber consumido las inevitables drogas de diseño vinculadas a este
tipo de música, y había también organizaciones que repartían condones y unas
pastillas de azúcar con el mensaje de "consume energía, no éxtasis".
"La mayor y mejor fiesta del mundo", "la
discoteca total", "la gran orgía de los superlativos". Los
organizadores y participantes de la Love Parade en Berlín no escatimaban
calificativos ante el impresionante éxito que, de nuevo, en su décimo
aniversario, fue ayer la convocatoria del mayor festival de
música tecno del mundo. Según las primeras estimaciones, fueron entre
1.200.000 y 1.500.000 jóvenes y no tan jóvenes, llegados de toda Alemania y gran
parte de Europa, los que se dieron cita ayer en la larga avenida del Diecisiete
de Junio, eje principal del viejo y nuevo Berlín unido. El viernes ya habían
comenzado a llegar a Berlín columnas de vehículos, trenes especiales y
aviones repletos de ravers, entusiastas bailones discotequeros de la
música que, según ellos, refleja como ninguna el espíritu del fin de milenio.
Pero fue ayer, a las dos de la tarde, con puntualidad
alemana, cuando estalló la locura al ponerse en marcha, uno tras otro, desde
los dos extremos de la avenida —la Puerta de Brandenburgo y la plaza de Ernst
Reunter—, los más de cincuenta camiones convertidos en escenarios y en plataformas
para decenas de miles de decibelios. Una inmensa masa apenas permitía avanzar a
estas carrozas cargadas de altavoces y de centenares de ravers, con el
pelo teñido en multicolor o la cabeza afeitada, desnudos o semivestidos, muchos
con piercings en la lengua o en la cara, en el ombligo o los pezones,
y adornados con boas de plumas fosforescentes o pinturas metálicas.
Prohibido enfadarse
Los invitados que bailaban desde las plataformas móviles
—más privilegiados, que no más exhibicionistas que los que les acompañaban el
ritmo desde el asfalto— eran, por lo general, los habituales de los grandes
templos de la música tecno que participan organizadamente en la Love
Parade. Algunos de Berlín, otros de diversas ciudades alemanas y también de
ciudades europeas hasta hace pocos años tan lejanas como Praga o Varsovia. Los
más resistentes se distribuyeron en más de sesenta grandes fiestas por toda la
ciudad para seguir con el ritmo hasta la tarde del domingo.
Está claro que la Love Parade de Berlín ha logrado un éxito
impresionante, y no sólo en cuanto al número de gente que logra convocar, sino
con el mensaje de que está poco menos que prohibido estar enfadado. La
convocatoria en nombre del amor y de la fiesta parecía haber desactivado ayer
cualquier síntoma de agresividad en aquel inmenso mar de individuos, muchos de
ellos nada serenos, por cierto. Esto es lo que ayer llevó a presentadores de
las televisiones alemanas a hablar de un fenómeno de armonía. En todo caso,
muchas de las televisiones privadas y públicas de Alemania retransmitieron en
directo la totalidad de la fiesta, pese a la reconocida poca variación de la
música tecno y las escasas incidencias que se pueden esperar del
espectáculo de centenares de miles de jóvenes bailando lo mismo todo el rato.
Berlineses de todos los rincones, alemanes del Este y del
Oeste, japoneses y valencianos, sicilianos y daneses, muchísimos jóvenes de
todos los antiguos Estados comunistas del este de Europa, pobres y ricos,
derechas e izquierdas, habían estado llegando durante toda la mañana en una
interminable marea humana de color y de decibelios a la cita en aquella gran
avenida que durante todo el siglo XX ha sido escenario de las grandes
manifestaciones multitudinarias de la revolución proletaria de 1919 y del
nazismo hasta 1945. La Love Parade (el desfile del amor) es ya un fenómeno
social, según muchos de sus artífices, tanto o más que aquellas citas
reivindicativas. A los partidos políticos no les ha pasado inadvertido, y hasta
los jóvenes cristianodemócratas de la Junge Union y las Juventudes Liberales,
los yuppies prototípicos de la sociedad alemana, estaban ayer en el
desfile, con menos plumas, desnudos y alusiones gestuales a la fornicación que
los grupos más coloristas del omnipresente movimiento gay.
Poca intervención policial
La policía de Berlín, que con la Love Parade tiene ya una
fecha fija para su mayor despliegue anual, mantuvo durante todo el día una
presencia masiva y evidente, aunque discreta, en el gran bosque urbano del
Tiergarten, que se extiende a ambos lados de la avenida del Dieciesiete de
Junio. Tan discreta como parecía ser el consumo de las inevitables drogas de
diseño, vinculadas habitualmente a este tipo de música.
Algunas organizaciones repartían, además de condones y
tapones para los oídos, unas pastillas de azúcar con el mensaje "Consume
energía, no éxtasis". Algunos de los muchos que no parecían hacer caso a
estos consejos y tenían ya al mediodía un aspecto más bien perjudicado se
adornaban con unos cartelitos de "Drogas, no", al parecer, distribuidos
por la Iglesia. Esta tampoco quiso estar ausente de una fiesta cuyo lema es el
amor. Otro de los carteles colocados en las farolas a lo largo del recorrido
rezaba: "Dios también es amor. Más información, en cualquier iglesia
católica".
Centenares de médicos y enfermeros hacían guardia a lo largo
del recorrido. Sus intervenciones a última hora se habían limitado a colapsos
por calor y agotamiento, excesos en el consumo de drogas y alguna herida de
poca importancia.
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