Por HERMANN TERTSCH
El País, Bucarest,
28.04.99
GUERRA EN YUGOSLAVIA. LAS REPERCUSIONES
En Rumanía siguen siendo grandes las resistencias a los
tremendos cambios que este castigado país requiere para salir del pozo de pobreza
y corrupción acumulado durante décadas, cuando no siglos. Sin embargo, desde
1996, y bajo Constantinescu, el primer presidente no comprometido con la
extinta dictadura comunista, el Gobierno ha conseguido por primera vez, en una
situación muy difícil, dar la impresión, a su propia población y a la comunidad
internacional, de que el despegue es posible. Ha logrado infundir la esperanza
de que el aumento del nivel de vida en el marco de un Estado de derecho, con
instituciones legitimadas y fuertes y en convivencia democrática, no es una
utopía o un lujo reservado a los occidentales.
No se le ha ayudado demasiado a Rumanía en este proceso, en
gran parte por las malas experiencias de los organismos internacionales en los
años perdidos bajo el régimen de Ion Iliescu. Las sistemáticas convulsiones
sociales y la supervivencia de fuerzas antidemocráticas en posiciones de poder
habían hecho perder la esperanza. Ahora, el compromiso de Rumanía con un
proyecto de transformación de los Balcanes en una región "acolchada en
acuerdos múltiples con el fin común de la integración en Europa", en
palabras del analista Cornel Codita, abre nuevas posibilidades.
Rumanía espera verse compensada por los riesgos que de hecho
supone su apoyo a la OTAN. Quiere participar activamente en este nuevo gran
proyecto para la estabilización definitiva de toda la región y requiere ayuda.
En este sentido, España tiene también la ocasión de estar presente, con mayor
interés que hasta ahora, en el resurgir del mayor país balcánico. Sería una pena
que se desaprovechara esta ocasión después del drama de la guerra. Después de
Milosevic.
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