Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
25.09.98
ELECCIONES EN ALEMANIA
Mucho se habla del resurgimiento nazi en Alemania. La razón
está, sin duda, en el pasado mucho más que en el presente. Cuando en algunas
ciudades de Francia o Italia la extrema derecha consigue resultados electorales
espectaculares se explica como un voto de protesta contra los partidos
tradicionales. Cuando en Alemania consiguen más del 2% se evoca el fantasma de
las SA desfilando bajo la Puerta de Brandeburgo y se habla del resurgir de la
peste parda en el alma del alemán medio. Pero no se puede pedir rigor
científico al miedo. Los esfuerzos de las generaciones alemanas de la posguerra
por educar a sus hijos en la conciencia y memoria del pasado no tienen
precedentes en el mundo. Cierto que de ningún otro país partió una oleada de
crímenes semejantes. Pero también lo es que la inmensa mayoría de los Estados,
incluidas las democracias, tienden a ocultar o incluso glorificar como gestas patrióticas
las matanzas cometidas contra otros pueblos.
En la RFA, los nazis han sido hasta la reunificación un
grupúsculo insignificante de marginados sociales apoyados por algunos ancianos
irredentos. Su arraigo social e influencia eran nulas y su última presencia en
el Parlamento se remonta a la década de los sesenta. Pero la unificación ha
trastocado todo.
Los alemanes orientales, educados en un régimen autoritario,
no recibieron una formación de rechazo al nazismo desde un espíritu liberal. La
RDA era antifascista por decreto. Lanzados de repente a la libertad política
individual y despojados de la protección y el dictado del régimen comunista
muchos alemanes orientales, especialmente los jóvenes en las zonas más
deprimidas, se sienten desorientados y buscan desesperadamente líderes y un
nuevo espíritu de comunidad que los acoja. Son nazis por resentimiento.
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