Por HERMANN TERTSCH
El País Miércoles,
16.12.98
TRIBUNA
Cuando una conferencia internacional se reúne para intentar
un imposible político suele ofrecer un sinfín de paradojas, muchos
malentendidos y por necesidad muy pocos resultados. La reunión del Consejo para
la Implementación (horrible palabreja) del Acuerdo de Paz para
Bosnia-Herzegovina que se clausura hoy en Madrid es como viene sucediendo con
todos los foros internacionales habidos sobre la guerra de los Balcanes desde
la Conferencia de Londres de 1992 un ejercicio de buena voluntad de algunos,
aprovechado por otros para perseguir por medio de la dilación, la demagogia y la
obstrucción, los objetivos que no lograron con la guerra. El problema principal
de la reunión de Madrid es que nadie quiere reconocer un fracaso porque nadie
quiere replantearse los métodos aplicados y hacer uso de otros tan
evidentemente necesarios como poco deseados. Nadie quiere reconocer que la
comunidad internacional y la OTAN como su punta de lanza en la región no han
sido capaces, pese al costo ingente de la operación que desde los acuerdos de
Dayton se prolonga ya tres años, de imponer a tres pequeñas comunidades étnicas
la aceptación del regreso de los desplazados durante la guerra a sus hogares.
Es decir, de hacer reversible uno de los mayores crímenes de esta guerra que
fue la limpieza étnica.
Pero siguen sin volver a su casa más de 1,2 millones de
habitantes de la región, una prueba evidente de que aquellos que limpiaron
regiones enteras por criterios étnicos siguen imponiendo su voluntad. Nadie se
atreve a hacer frente a los principales responsables de dichos crímenes porque
esto equivaldría a asumir el riesgo de víctimas en las filas propias. En Madrid
se constató ayer tan sólo una cosa y es que mientras a la comunidad
internacional como decía el presidente del Gobierno José María Aznar y otros
muchos oradores se les acaba la paciencia y la disposición a asumir gastos y
riesgos en una presencia indefinida en Bosnia, en los Balcanes los ritmos son
otros y quienes se vieron obligados a firmar los acuerdos de Dayton bajo la
impresión y la presión de los bombardeos aliados, hoy consideran que el tiempo
juega a su favor. De ahí la arrogancia desplegada ayer por el líder serbobosnio Nikola Poplasen. Carlos Westendorp, máximo representante de la comunidad
internacional en la región, tiene razón cuando dice que tiene que haber un
punto de inflexión rápido en el proceso de pacificación. Lo que la comunidad
internacional debe decidir es cuándo lo impone porque si sus tropas abandonan
Bosnia la guerra está servida y si continúan dando tiempo a los enemigos de la
convivencia será derrotada por quienes en Europa no deberían ser ya sino una
secta de proscritos.
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