Por HERMANN TERTSCH
El País, Rostock,
26.09.98
ELECCIONES EN ALEMANIA
En la suerte está la condena. La fortuna de los alemanes
orientales por tener como compatriotas a los ciudadanos del Estado más rico de
Europa era evidente cuando todos los antiguos aliados en el Pacto de Varsovia,
una vez se deshicieron de sus regímenes comunistas, emprendieron las reformas
económicas y políticas. Corría el año 1990. La posición de partida de la
República Democrática Alemana (RDA) era por ello la mejor y sin duda envidiada
por muchos en Polonia, en la entonces existente Checoslovaquia y en Hungría. Y
sin embargo, ya entonces se oyeron voces en estos países advirtiendo de que, a
largo plazo, posiblemente los alemanes orientales sufrirían serios problemas
por el hecho de no haber sido protagonistas de su propio cambio.
Si las cosas van bien, decían, los alemanes orientales
considerarán que ha sido gracias a Alemania Occidental. Si las cosas van mal se
echarán la culpa ellos y se la echarán los demás. Siempre les faltará la
experiencia del acto de emancipación que supone asumir este proceso de
reconstrucción y el legítimo orgullo que supondrá haber superado al menos parte
de las dificultades.
Advertían sobre la necesidad que tiene un pueblo sometido
durante tantos años a intereses externos, en este caso a los soviéticos, de
recuperar su autoestima y con ella el pleno disfrute de su soberanía. Para ello
era necesario que los países afectados asumieran la responsabilidad de su propio
destino y, con todos los esfuerzos necesarios y la ayuda que pudiera
conseguirse, se labraran por sí mismos su salida del pozo en que los había
hundido el sistema político recientemente fenecido.
Hoy día, pese a las grandes dificultades económicas que
tienen polacos, checos y húngaros, todos ellos cuentan con sociedades civiles
mucho más estructuradas y sanas que las regiones alemanas que formaron parte de
la RDA.
La puerta de atrás
Estos países del Este no entraron en la Unión Europea por la
puerta de atrás gracias a un padrino y siguen esperando y aplicando duras
reformas internas para que el ingreso sea finalmente posible. No contaron con
una avalancha de ayuda pública ni con un Estado que pusiera a su disposición
una inmensa infraestructura administrativa. Y sin embargo, hoy ninguna de estas
sociedades se ve afectada por una depresión colectiva como la alemana oriental.
Sus expectativas nunca fueron tantas, pero con toda razón pueden considerar
propios los éxitos y avances habidos.
La falta de autoestima, el resentimiento y la inseguridad
que hoy dominan a la sociedad alemana oriental tiene sin duda muchos motivos,
pero entre ellos está con seguridad la incapacidad de atribuirse a sí misma los
avances que se están produciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario