Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Rostock
El País Sábado,
26.09.98
ELECCIONES EN ALEMANIA
"Nosotros, nosotros, entre nosotros". Es difícil
mantener una conversación con alemanes orientales en la que no salga en varias
ocasiones este "nosotros". Cuando lo usan no se refieren a los
alemanes en general, se refieren a ellos, a los alemanes del Este, a los
maltratados, a los que en el resto del país se denomina con el eufemismo de
"habitantes de los nuevos Estados federados". Son los 15 millones de
antiguos súbditos del régimen comunista de Erich Honecker. La suerte de las
elecciones y el futuro político de Alemania se decide en el este alemán.
Hace casi una década desde que celebraron entusiasmados la
caída del muro y después la reunificación alemana. Sus expectativas eran
grandiosas y los políticos de Bonn las alimentaron en beneficio propio. Desde
entonces han sufrido muchos desengaños, muchas frustraciones y la continuada y
humillante sensación de ser alemanes de segunda clase. Pero ante las elecciones
federales que se celebran mañana han vuelto a ser cortejados por todos los
partidos políticos porque, según todas las previsiones, serán ellos quienes
decidan quién formará el nuevo Gobierno de Alemania. Cuando vivían bajo el
régimen comunista, en un Estado diferente y enfrentado al de la mayoría de sus
compatriotas, se consideraban ante todo alemanes. Ahora, según las últimas
encuestas, hasta un 70% se declara primero alemán oriental y después alemán.
Este porcentaje casi se ha doblado en los últimos cuatro años. De la exaltación
pangermánica se ha pasado a la mitificación de un pasado de supuesta
fraternidad, calor social y protección. No añoran el régimen comunista, pero el
desengaño y tantas ilusiones desvanecidas han creado un profundo malestar hacia
los wessis, hacia los alemanes occidentales.
Las reacciones son diversas. Gran parte de los jóvenes, se
calculó que más de un tercio, ha volcado su frustración sobre la partitocracia
corrupta y los extranjeros y se halla ya, al menos, en la órbita del
neonazismo. Cuando el 26 de abril de este año, un 12,9% de los electores del
Estado de Sajonia-Anhalt votaron al partido neonazi DVU, el presidente de dicho
Estado, el socialdemócrata Reinhard Höppner lo dijo muy claro: "En el Este
los relojes marcan otra hora". Voten lo que voten, los alemanes orientales
lo harán con un talante muy distinto que sus compatriotas occidentales. En el
Este no hay la lealtad de voto, la vinculación que se ha forjado entre sectores
del electorado y los grandes partidos democráticos. Por eso la fluctuación de
los electores será, según todos los indicios, mucho mayor que en el Oeste.
Salvo el 20%, que previsiblemente votará al comunista PDS y que equivale más o
menos al porcentaje de miembros del partido único SED que había en la RDA, el
voto en el Este puede dar grandes sorpresas.
En el Este todos los acontecimientos políticos se perciben
de forma muy distinta al Oeste. En el Estado alemán unificado creado en 1991
existen dos comunidades claramente diferenciadas en lo político, cultural y
social. Será siempre un caso único para el estudio sociológico esta nación que,
después de la guerra, se divide a la fuerza en dos para aplicar a cada una de
las partes un sistema político, económico y educacional distinto. Medio siglo
después se vuelven a unificar y poco después hay que comprobar que estaban
profundamente equivocados quienes pensaban que esas pocas décadas de vida
separada serían fáciles de superar.
El muro permanece en cabezas y corazones. Los occidentales
consideran, en gran parte, que los orientales son un pueblo retrasado y
desagradecido, que no hace sino lamentarse pese a las ingentes ayudas que le
llegan desde las partes ricas del país.
Los alemanes orientales vivían en una sociedad reprimida e
hiperprotegida en la que, frente al poder, se habían desarrollado unas
relaciones en comunidad que, en dicha forma, no existen en la Alemania del
individualismo y el capitalismo implacable.
Pasado el primer entusiasmo por la libertad, ésta se ha convertido
para muchos en desamparo. Difuminadas las esperanzas alimentadas por el
canciller Helmut Kohl de convertir en cinco años el este de Alemania en un
"paisaje floreciente", gran parte de los alemanes orientales están
sumidos en la depresión y la certeza de que no tienen futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario