Por HERMANN TERTSCH
El País,
Rambouillet, 08.02.99
La reunión de Rambouillet para un acuerdo de paz entre el
régimen de Belgrado y los albaneses de Kosovo entró ayer en su fase de
negociación intensa, con los mediadores circulando entre las salas separadas en
las que se encuentran las dos delegaciones y con unas ansias demasiado
evidentes por parte de los organizadores de presentar los primeros éxitos. Así,
ayer se anunció que la parte albanesa habría aceptado que, durante los tres
años de periodo transitorio, Kosovo permanezca nominalmente dentro de las
fronteras de Serbia.
Medios albaneses cercanos a la negociación han manifestado
que su objetivo es un Kosovo independiente, soberano y democrático. La
delegación kosovar podría aceptar durante la transición un estatuto
caracterizado por una medida ambigüedad en cuanto a su situación dentro o fuera
de las fronteras de Serbia y siempre dentro de las de Yugoslavia. Ante el
absoluto aislamiento al que han sido sometidas las dos delegaciones, las únicas
informaciones disponibles son las de los organizadores, y especialmente de los
tres embajadores plenipotenciarios del Grupo de Contacto, el norteamericano
Christopher Hill, el representante de la Unión Europea Wolfgang Petritsch y el
ruso Borís Mayorski. Los esfuerzos para impedir que los negociadores utilicen
para sus fines a los cientos de periodistas que han invadido Rambouillet son
manifiestos. Pero también las tentaciones de los portavoces de atribuirse
éxitos que parecen aún muy lejanos.
El primer pulso lo ganó la comunidad internacional al
arrancar a las autoridades de Belgrado el permiso para que los representantes
del Ejército de Liberación de Kosovo volaran desde Pristina hacia Francia. Tuvo
el Grupo de Contacto que dejar claro al régimen de Slobodan Milosevic que no
puede ya, como pretendía, elegir a sus interlocutores en la mesa. La presión
ejercida sobre Belgrado para que abandonara este intento de dinamitar el encuentro
sólo es, según medios occidentales, una pequeña anticipación de lo que les
espera a las dos partes en los próximos días o semanas.
La consigna para las negociaciones es evidente. Existe una
unidad sin precedentes en la comunidad internacional respecto a la necesidad de
acabar con la escalada bélica en Kosovo, que amenaza con desestabilizar todo el
sureste europeo. Rusia se ha unido por primera vez sin reservas a los planes
del resto del Grupo. El plan de paz, del que aún no se conocen los detalles para
dejar un margen a la negociación, es, en sus líneas maestras, una imposición a
ambas partes que sólo variaría en el caso improbable de que ambas partes se
pusieran de acuerdo en los cambios. Los mediadores han advertido que el 80% del
plan no es negociable.
El presidente francés, Jacques Chirac, y los ministros de
Exteriores de Francia y el Reino Unido mezclaron en la apertura de la reunión
sus llamamientos a la buena voluntad con las advertencias sobre la
determinación de imponer el plan con todos los medios necesarios, incluida la
fuerza militar.
Los aplausos de las delegaciones de serbios y albaneses a
los discursos de los anfitriones en la sesión de apertura fueron todo menos
entusiastas. Todos parecen saber que, más que invitados, están en el palacio retenidos
hasta que acepten una solución impuesta. Los delegados estarán al menos una
semana viviendo en el palacio en el que se celebran las negociaciones y ya
están avisados de que seguirán allí otra semana si no han concluido el acuerdo.
Cook ha advertido que a mediados de semana se hará una primera valoración sobre
los avances y que antes del 20 de este mes, en todo caso, habrá un acuerdo o
medidas de fuerza contra quien lo impida.
Es previsible que la delegación albanesa pueda conciliarse
con el periodo de tres a cinco años que parece establecerse como transitorio
antes de decidirse el estatuto definitivo de Kosovo. En él se crearán
instituciones políticas, administrativas y policiales autónomas de Belgrado que
devolverían la soberanía a la mayoría albanesa de forma irreversible, gracias
al despliegue de tropas internacionales.
Son evidentes las dificultades de Belgrado para aceptar este
plan y presentárselo a la población serbia como algo que no sea una humillante
derrota. Una de las compensaciones que el Grupo de Contacto ofrece es el
levantamiento de las sanciones y posibles ayudas económicas, así como la
apertura de un proceso para preparar una futura integración europea. Es muy
posible que para los dirigentes del régimen, y especialmente para Milosevic, la
perspectiva de europeizar -y, por tanto, democratizar- Serbia no sea
tan atractiva como para la población del país. Pero, una vez en Rambouillet,
ambas delegaciones tienen pocas posibilidades de retirarse impunemente de la
reunión.
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