Por HERMANN TERTSCH
El País Jueves,
08.04.99
TRIBUNA
Habrá ocupación militar de la OTAN, y de algunas otras
fuerzas bajo su mando, en Kosovo. Y por muchos años. La habrá porque, en caso
contrario, Europa se condenaría en el siglo próximo a convulsiones políticas,
sociales y militares como las habidas en el que ahora se acaba. Sin duda, la
defensa de Europa, de sus principios y los valores que rigen nuestra
convivencia nos va a salir muy cara. En espanto, en dinero, en esfuerzo
político y posiblemente en bajas militares. Con seguridad más cara que si todos
hubiéramos sido conscientes, hace años, en 1992 quizás, de que la convivencia
con un régimen como el de Slobodan Milosevic es inviable a medio plazo. Ahora
Milosevic y la OTAN ya han cruzado el rubicón, cada uno en su sentido. El líder
serbio difícilmente puede ya convencer al mundo de que, después de lo sucedido,
su mera supervivencia es compatible con la credibilidad y autoridad de la
alianza de democracias occidentales. Una de las dos partes enfrentadas hoy en
los Balcanes tiene que perder. Si, como es más que probable, pierde Milosevic,
debe acabar en una prisión, juzgado por los propios serbios o por un tribunal
internacional. Si la alianza no consigue que esto sea así, quedará tocada de
muerte.
Todos, serbios incluidos, sufrirían las consecuencias de
esta quiebra. También Rusia, que puede estar inquieta pero ante todo por los
daños que ha sufrido por culpa del genocida al que han querido proteger por un
lado y reeducar por el otro. La gran Rusia está humillada, pero en primer lugar
por su incapacidad de influir sobre un régimen, el de Belgrado, al que detesta.
Y por su impotencia para doblegar a Milosevic, al que desprecia por el
desprecio que demuestra éste hacia la suerte de su propio pueblo. Rusia es un
país demasiado grande y sólido como para seguir en su aventurerismo suicida a
un sátrapa balcánico empeñado en secuestrar el porvenir de su pueblo. Lo demás
es preocupación por el refuerzo de la presencia de EEUU en Europa y retórica
para consumo interno.
Los ejércitos norteamericano, europeos y muy probablemente
ruso han de hacer planes rápidos para su intervención terrestre y proyectos a
largo plazo para instalarse allí. Son los daños inevitables de 10 años de
tolerancia hacia un régimen ya definitivamente intolerable. Las tropas
internacionales terrestres entrarán en Kosovo porque lo acepta un Milosevic
derrotado, porque le obliga a éste a aceptarlo el Ejército serbio, que sí se
considera garante del futuro de la nación más allá del destino personal del
líder, o porque las destruidas defensas serbias dejan de suponer ese
"ambiente hostil" que haría difícil y costosa en vidas humanas la
toma del Kosovo por parte de la OTAN, necesaria para que sus habitantes puedan
regresar a sus hogares. Milosevic tiene que perder. Queda por dilucidar lo que
costará a las democracias la victoria.
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