Por HERMANN TERTSCH
El País, Tirana,
29.01.99
ENTREVISTA
Ismail Kadaré, el padre de la literatura albanesa y uno de
los grandes novelistas europeos de la segunda mitad del siglo XX, está
convencido de que los albaneses de Kosovo acabarán siendo dueños de su destino,
libres de "una política del pasado", la de Belgrado, "que quiere
lo que ya es imposible, que es mantener una colonia en Europa en el siglo XXI,
impuesta por una política criminal". El autor de El general del
ejército muerto, que vive a caballo entre París y Tirana, mantuvo en la capital
albanesa una conversación con EL PAÍS en la que se mostró preocupado con la
crueldad que pueda desplegarse en Kosovo a corto plazo, pero confiado en que,
al final, "la civilización se impondrá a la barbarie como ya sucedió en la
lucha de las democracias contra Hitler".
"El régimen [serbio] de Slobodan Milosevic está dando
una lección del peor fascismo, el fascismo balcánico, en Kosovo, pero está
condenado a fracasar porque intenta luchar contra una civilización, la europea,
que es mucho más fuerte, aunque no lo parezca en un principio. Habrá que
esperar a que la civilización sea consciente de que es más fuerte que Milosevic
y de que, por lamentable que sea siempre el uso de la fuerza, hay ocasiones en
que no existe otra vía. Hay veces en que el uso de la fuerza, justificada y en
su momento, es la solución más civilizada de todas".
Kadaré considera que la gran responsabilidad de Europa ha
sido "no haber visto en sus comienzos los peligros que emanaban del
ultranacionalismo histérico" que surgió en Serbia hace una década, cuando
Milosevic llegó al poder. "Si entonces se hubiera actuado para neutralizar
ese chovinismo, hoy probablemente no estaríamos donde estamos. Y todos, los
serbios y los demás, estamos pagando por esa indiferencia, la falta de
reacción, ante los orígenes del problema. Europa ha de ser consciente siempre
de que tiene el arma más poderosa, que es la cultura. Con la cultura se puede
hacer frente al culto a la sangre, si se hace con decisión".
Respecto al futuro del pueblo albanés, considera que, a
medio plazo, saldrá del trauma del aislamiento que le impuso el estalinismo
durante tantas décadas. "Yo no veo el futuro tan oscuro como la mayoría de
mis compatriotas. Hay fases duras en la vida de los pueblos. Y estamos en una
de ellas. Nos hallamos en una fragilidad total. También se percibe la
enfermedad del aislamiento. Es la que lleva a tantos albaneses a alejarse de su
país, sin esperanzas. Pero esa fuerza caótica que existe aquí también es
resultado de la gran energía que tiene este pueblo y que sostiene todo esto. Y
este pueblo tiene también características muy positivas. Jamás ha alimentado un
nacionalismo contra nadie. No hay historias, ni canciones, ni baladas en la
tradición albanesa que llamen al odio contra otros pueblos".
"En los Balcanes hubo cinco siglos en los que los
diversos pueblos nos acostumbramos a vivir juntos sin mayores problemas. Por
supuesto", señala esbozando una sonrisa, "eso fue bajo un arbitraje
exterior, que era el turco. Por eso la mejor solución para los Balcanes es un
arbitraje, un severo arbitraje exterior, mejor que el turco de entonces, hoy de
Europa. Sustituyamos el arbitraje de Estambul por el de Bruselas. Y con el
tiempo, lo que ahora está pasando irá quedando atrás y todo lo hoy dramático
dejará de tener mayor importancia".
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