Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Berlín
El País Martes,
20.04.99
"Ha comenzado una nueva era. A alguno le puede parecer
exagerada la expresión. Pero a nadie le debe caber duda de que cerramos el
capítulo de la provisionalidad. Alemania asume su responsabilidad, lo que es un
acto fundacional para una Europa que es una comunidad de valores que no excluye
a nadie. Esta república de Berlín asume todos sus compromisos de la república
federal de Bonn y proclama una vez más que no hay alternativa ninguna para
Alemania fuera de su alianza occidental". Con estas palabras abría ayer su
esperada alocución el canciller federal Gerhard Schröder en la inauguración del
reformado edificio del Reichstag, nueva sede del Parlamento federal alemán.
Su apertura es el punto culminante del traslado de la
capitalidad alemana a Berlín, decidida hace ocho años y consumada ayer con un
acto solemne que no regateó elogios al estadista que, en mayor medida que
ningún otro protagonista de la reunificación, hizo posible esta evolución
política hace aún una década absolutamente inimaginable, el ex canciller Helmut
Kohl. Éste, presente en el acto, no disimuló la emoción que le producía un acontecimiento
que colma todas sus aspiraciones políticas. En Berlín, la ciudad que el gran
líder socialdemócrata Willy Brandt calificó como la división del mundo hecha
piedra, los alemanes divididos durante más de cuatro décadas tienen desde ayer
una sede para sus representantes electos que simboliza toda su historia,
trágica, sangrienta y excepcional, del siglo XX. El viejo edificio del
Reichstag es el nuevo símbolo de la Alemania reunificada y democrática, un
Estado muy distinto a los dos que divididos por la guerra fría se enfrentaron
durante casi medio siglo, pero un país leal a los valores y principios de las
democracias europeas.
Conscientes del pasado
Según coincidieron el presidente del Bundestag, Wolfgang
Thierse, y el canciller Gerhard Schröder, la nueva Alemania asume sus
compromisos, afrontará todas sus responsabilidades por difíciles y costosas que
sean y defenderá, desde su nueva posición, sus derechos como un país no
secuestrado por fantasmas sino plenamente consciente de su pasado. El jefe de la
oposición, Wolfgang Schäuble, no hizo sino corroborar las tesis del canciller.
"Alemania ya es adulta, plenamente soberana y responsable. Ya no tenemos
tutores, sino socios. Tenemos recuerdos comunes y una voluntad común de futuro.
Debemos dejar de lamentarnos tanto. Por eso tenemos que ser plenamente
responsables. Asumir responsabilidad con los demás". Lo que debe estar
claro para Alemania, señaló el sustituto de Kohl en la jefatura de la Unión
Cristiana Democrática (CDU), "es que jamás los alemanes debemos hacer nada
solos. Nunca solos". Schröder lanzó un mensaje claro a todos los aliados y
socios de Alemania al decir que la nueva república de Berlín no supone ninguna
ruptura con los principios del estado fundado en Bonn en condiciones
tremendamente difíciles por Konrad Adenauer. "No hay ruptura con Bonn
porque ese Estado no fracasó". Pero también dejó claro que el salto de
Bonn a Berlín se produce en Alemania coincidiendo con un cambio generacional en
la clase dirigente que hace más profunda si cabe la transformación. El
canciller pasó revista al proceso de reunificación alemana y subrayó los éxitos
del mismo. Habló de las conquistas en el desarrollo de la infraestructura de
Alemania oriental y del renacimiento económico en muchos de sus focos industriales.
Pero también quiso reflexionar en público sobre la necesidad de todos los
alemanes de limar diferencias de percepción y sensibilidad acumulados en los
años de división.
Los esfuerzos para la modernización de la sociedad alemana
no son responsabilidad única de los alemanes orientales, como creen algunos en
la parte occidental del país. Por el contrario, muchos de los esfuerzos
asumidos a la fuerza por los alemanes orientales son parte de la necesaria
readaptación de toda la sociedad alemana a la nueva situación económica, social
y política en Europa y en el mundo.
Con la apertura, ayer, del Reichstag, Europa cuenta con una
inolvidable atracción más para todos los visitantes de Berlín: la vista sobre
la generación de una nueva ciudad del siglo XXI desde un edificio cargado de
historia, de mensajes y testimonios del siglo XX. Los políticos alemanes aún se
pelean hoy por su nombre. Hay quien dice que el término Reichstag está en sí
comprometido porque Reich (imperio) sugiere opciones que el Parlamento alemán debería
dejar de pronunciar siquiera. Pero al margen de la polémica, el hecho es que el
Reichstag vuelve a ser el centro de la vida política alemana, más democrática,
profundamente parlamentaria y abierta que nunca.
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