Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
19.02.99
TRIBUNA
Toda encrucijada tiene su oportunidad de éxito y su riesgo
del error y, con él, del fracaso. Turquía, de forma voluntaria, está hoy en tal
situación tras la espectacular captura de Apo, Abdalá Ocalan, máximo dirigente
del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que, pese a todas las
desinformaciones de buena o mala voluntad, es una organización terrorista de
inmensa efectividad criminal, incluso para las dimensiones habituales de tales
fenómenos en aquella región asiática. Las comedias bufas que son las
declaraciones de Ocalan durante su largo periplo desde que hace unos meses fue
expulsado de Siria no deben impedir a la opinión pública internacional tener claro
quién es este personaje y la interminable lista de víctimas inocentes que tiene
a sus espaldas. Pero también es evidente que la mayor dificultad que cualquier
Estado democrático ha tenido para entregar a Apo a Turquía la ha puesto la
obstinación del Estado turco de no avenirse a las mínimas condiciones para
garantizar, con observadores y peritos extranjeros, un trato y juicio justo
para el dirigente terrorista.
Tiene ahora Ankara una oportunidad ideal para demostrar que
quiere adaptar sus normas procesales y sus baremos de respeto a los derechos
humanos a los de la Unión Europea (UE), a la que quiere unirse. Es cierto que
la política miope de la UE, con su portazo a las aspiraciones de adhesión turca
el pasado año, ha renunciado a muchos instrumentos efectivos de persuasión.
Tan cierto es también que la línea dura en el Ejército y los
medios político-mafiosos de Ankara y Estambul pueden ver en la captura de
Ocalan la ocasión ideal para acabar con toda posibilidad de encauzar un
acercamiento de Turquía a Europa, y así, de todo proyecto de convertir esta
democracia formal en un Estado de derecho pleno. Las opciones de esta línea de
sabotaje antidemocrático no son pocas. El Gobierno de Bulent Ecevit es tan
débil como los que lo precedieron. Y el odio al PKK por sus infinitas
salvajadas es inmenso. No sólo entre turcos, también entre kurdos. Además, esta
primavera se celebran elecciones. Toda actitud no implacable con el detenido
puede tener costes electorales.
De ahí el riesgo de que muchos hoy en Turquía estén
apostando por devolver a Occidente la bofetada que recibió este país al ser
descartado como candidato a la UE. La forma más expeditiva sería rechazar toda
observación exterior de las condiciones de detención y las garantías procesales
de Ocalan. Con un juicio militar, una pena de muerte y la ejecución de Ocalan,
habrá muchos turcos satisfechos.
Pero es de desear que Turquía, en esta encrucijada,
demuestre madurez y valentía para dar plena transparencia al juicio. Que
transforme la previsible condena a muerte en pena de prisión y abra un camino
de diálogo con todos los kurdos que saben que la criminal lucha que lideró
Ocalan está abocada al fracaso. Sin duda, tal actitud recibiría contrapartidas.
Y cosecharía mucho respeto.
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