Por HERMANN TERTSCH
El País, Zagreb,
11.09.91
El fuego pesado que causó ayer un número aún indeterminado
pero sin duda alto de víctimas a la Guardia Nacional croata en la ciudad de
Kostajnica procedía de los cañones del Ejército federal desplegados al otro
lado del río Una, en la república de Bosnia-Herzegovina. Es este un nuevo
indicio de que el Ejército federal que ya abiertamente ignora las órdenes de la
presidencia y del gobierno federales ve en esta república un nuevo escenario ya
inminente de la guerra yugoslava.
No es el primero. Los carros de combate que desde hace cinco
días defienden a la guerrilla serbia que ha cortado la autopista
Zagreb-Belgrado a la altura de Okucani y Nova Gradiska proceden de Banja Luka,
un enclave serbio en el noroeste de Bosnia en el que el ejército federal ha
concentrado el grueso de sus fuerzas. Bosnia-Herzegovina, en cuya capital
Sarajevo, estalló la Primera Guerra Mundial, se perfila como el escenario
principal de la gran guerra que la comunidad internacional intenta evitar. El
gobierno de Bosnia-Herzegovina tuvo que liberar el lunes a Milan Martic, el
jefe de la Milicia de la Krajina detenido un día antes por la población musulmana
de Bosariska Krupa. La presión de Serbia, la guerrilla del propio Martic y de
una gran minoría serbia del 30% en esta república no habían dejado otra opción
al débil gobierno triétnico de Sarajevo. El próximo paso sería la insurrección
de los musulmanes de la región serbia del Sanchak de Novi Pazar y los albaneses
de Kosovo, la provincia en la que la calma impuesta por los tanques serbios
crujía bajo la impresión de cinco albaneses muertos por el ejército federal
yugoslavo en la frontera cuando intentaban cruzar de Albania a Yugoslavia.
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