Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
06.09.97
TRIBUNA
"¿Es posible que el hecho de que la humanidad piensa
sólo en los límites de lo que hay en su campo inmediato de visión y es incapaz
de recordar lo que hay más allá, en el espacio y en el tiempo, sea consecuencia
de su pérdida de certezas metafísicas, de horizontes y objetivos?"
"¿Es posible que la crisis de responsabilidad respecto al mundo como un
todo y su futuro sea consecuencia lógica de la concepción del mundo como un
complejo de fenómenos regidos por leyes científicas identificables, es decir,
una concepción que no busca razones de existencia y renuncia a todo tipo de
metafísica?". Semejantes interrogantes no se suelen escuchar en foros
internacionales al uso y, sin embargo, eran absolutamente pertinentes cuando
las planteó el presidente checo, Vaclav Havel, esta semana ante la audiencia
reunida en Praga durante cuatro días. Se hablaba de responsabilidad, o, mejor
dicho, de la falta de la misma, en gobernantes y en ciudadanos, en los Estados
y en las sociedades. Se trataba de establecer los motivos por los cuales la
humanidad, que conoce los graves problemas a que se enfrenta en el nuevo
milenio, no consigue reaccionar ante los mismos. Havel dejó claro que ve el
origen de esta incapacidad para asumir responsabilidad y compromiso -de asumir
deberes para con el prójimo y el entorno- en la desaparición de un sentido
trascendente de la vida. Prácticamente todos coincidieron en que la humanidad
necesita una movilización ética si quiere legar a las próximas generaciones un
mundo en el que merezca la pena vivir.
Difícilmente otro jefe de un Estado tan pequeño como la
República Checa habría podido convocar a tantos premios Nobel, máximas
autoridades religiosas, científicos y personalidades de prestigio y autoridad
moral para un encuentro de propósito tan vago como es el de "reflexionar
sobre pasado, presente y futuro al fin del milenio". Y, por supuesto, a
ningún otro jefe de Estado se le hubiera ocurrido nunca hacerlo. Ha sido, una
vez más, Havel, con la invalorable colaboración de otra de las conciencias de
nuestro siglo, el escritor y premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, quien ha
tomado una iniciativa perfectamente atípica, ha convocado el Fórum 2000 en el
castillo de Praga y convertido esta ciudad milenaria durante unos días en
capital de la reflexión ética sobre el futuro de la humanidad.
El Dalai Lama y Helmut Schmidt, Óscar Arias y Ralf
Dahrendorf, Frederick W. de Klerk y Ramos Horta, Thor Heyerdahl y el cardenal
Lustigar, Simón Peres y John Polanyi, el rabino Sirat y Richard von
Weizsaecker, Wole Soyinka, Sergei Kovaliov, Raimon Panikkar y Patricio Aylwin
son sólo algunos del centenar largo de personalidades que han hablado de los
lastres del pasado y de los peligros del futuro, pero ante todo de los retos
del presente para paliar aquéllos y evitar éstos. El ex canciller alemán Helmut
Schmidt insistió en la necesidad de acabar con la hegemonía absoluta de los
derechos sobre los deberes en la cultura moderna, demandó un reequilibrio y una
Carta de la ONU sobre responsabilidades equivalentes a la de Derechos Humanos.
El Fórum 2000 intenta ser el embrión de un movimiento en el
que participen las grandes confesiones, cristianas, judía y musulmana, y todos
aquéllos que crean en la necesidad de la necesidad de una regeneración ética
para afrontar los grandes problemas del mundo, desde la desigualdad a la
destrucción del medio ambiente, desde la corrupción al tribalismo y el
fanatismo religioso. Sin duda serán muchos los cínicos que considerarán que la
reunión de Praga ha sido una pérdida absurda de tiempo y de dinero. Los
presentes, sin embargo, una gran selección de hombres sabios de los cinco
continentes, saldrán hoy de allí convencidos de que puede, y debe, no haberlo
sido.
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