Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
08.08.97
TRIBUNA
El deporte siempre ha sido utilizado para aunar voluntades y
exaltar identidades, para hacer patria en definitiva. Una competición que
enfrenta a los nuestros con los otros es un motivo ideal para manifestarnos
mucho más nosotros, creemos un todo que se quiere y olvidar por un momento que
vivimos a la greña, precisamente con nosotros mismos. Es comprensible y hasta
legítima esa emoción, incluso pasión, por ver ganar a la tribu propia aunque
con frecuencia o casi siempre anule la inteligencia y los criterios que nos
esforzamos por aplicar en otros campos como la ecuanimidad o la justicia. Lo que
no parece legítimo y es zafio, grotesco y peligroso es instigar a despreciar y
a odiar al contrario. Y son intolerables los llamamientos que implican
violencia aunque sea en forma de metáforas de supuesto ingenio. "Leña al
moro" rezaba el gran titular de portada de Marca del pasado
miércoles ante la carrera de 1.500 metros en la que los nuestros, Fermín Cacho
y Reyes Estévez, iban a disputar el campeonato del mundo a los otros, dos
magrebíes además, moros e infieles, El Guerrouj de Marruecos y Morcelli de
Argelia.
"Leña al moro". Autor o autores de este disparate
deben haberse sentido inmensamente ingeniosos. El entusiasmo ante semejante
hallazgo para arengar a la clientela patria no les habrá dejado ver que es un
titular perfectamente asumible por cualquier revista neonazi prohibida por
agitación e incitación al odio racial. Y les habrá impedido recordar que hace
tan sólo unas semanas moría en Madrid un moro, un marroquí, Mourad El Abiline,
de 19 años, porque un ex guardia civil le daba leña... con su pistola.
Se dirá que exageramos. ¡Qué tendrá que ver una cosa con la
otra! También gritan "muerte al negro" o "mono vete a
Africa" esos grupos de grandes chicos que, según sus respectivas
directivas, son los Boixos, el Frente Atlético o Ultrasur. Con las almas
sensibles que mandan en el fútbol de este país, la tropa de a pie, la vanguardia
entusiasta, no puede ser un club de lírica. Y sus gritos son también gracietas
inocentes, como el titular. Al fin y al cabo, todavía no han ahorcado ni metido
en una jaula a Roberto Carlos o a Giovanni. Y también son un chiste las
esvásticas en los estadios y las porras y las navajas y los puños de acero.
Hasta que a alguno se le va la mano. En Majadahonda, en el Four Roses, en
Fuenlabrada o en la calle Barquillo. Al son de gracietas y chascarrillos.
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