Por HERMANN TERTSCH
El País Miércoles, 28.09.94
TRIBUNA
Con certeza. No había mala intención. Todo lo contrario.
Era, sin duda, una empresa loable. Un semanario de información general busca
las claves del fanatismo religioso que lleva a padres a negar la salvación
médica a sus hijos por Dios sabe qué excéntricas reglas del cielo. El problema
es grave. Las sectas encarcelan a nuestros hijos y los sueltan a hacer el payaso
para mayor éxito de la recolecta. Poca meditación y mucho pasar la boina. Negar
a Dios para entusiasmarse con la nada tiene un pase. Pero desertar de las filas
de santo Tomás y san Ignacio -tan nuestro él- para profesar fe en algún
curandero vendedor de cromos es una ordinariez. Loable por tanto, repito, la
intención de desvelar las tragedias que provoca la pujanza de esos grupúsculos
de fanáticos y pícaros que comercian con el más allá. Pero, ¿qué rayos tiene
esto que ver con el rostro a toda portada de un judío ortodoxo que el semanario
publica como reclamo para esta información? Dioses que matan, reza el título,
bajo la nariz aguileña, la mirada torva, los tirabuzones y la kipá. Lo tiene
todo este judío de calendario para dar miedo o provocar rechazo. Tiene pinta de
dedicarse a envenenar pozos, de dar caramelos envenenados a los niños y,
llegado el caso, de matar a Cristo. Hicimos bien en echarlos de aquí en 1492,
concluirá alguno.
Ni una palabra en todo el reportaje sobre judíos. ¿Por qué
entonces se eligió al judío tópico para ilustrar la maldad de otras creencias?
Los autores de la portada son demócratas probados y antirracistas convencidos.
¿Cómo no advirtieron el desatino? ¿Falta de sensibilidad? Por favor, más
cuidado. El antisemitismo no lo propagan sólo los nazis y los niñatos que van
al Bemabéu con cruces gamadas. Mensajes no intencionados como estos alimentan
los prejuicios y crían indeseables.
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