Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
24.09.94
TRIBUNA
Hacer el ridículo puede parecer, en principio, gratis. No
suele serlo. Ni para individuos, pero menos para organizaciones, estados o
alianzas. Dejarse engañar tiene costos. Dar señales continuas de debilidad,
confusión y división que envalentonen a un enemigo inferior es necio, caro y
peligroso. La falta de respeto es grave, pero más cuando quien la sufre se
hizo acreedor de la misma. En Haití, el general que dirige un paupérrimo régimen
de oligarcas de medio pelo y asesinos uniformados se permite anunciar, con ocho
mil soldados ya desplegados por Washington para expulsarlo del poder y del
país, que cederá de momento el mando, pero que se queda. Para dejar aún más
clara su despreocupación, se dejó celebrar por sus partidarios ante su mansión
y ordenó dar una buena paliza a los defensores del presidente democráticamente
electo.
Y, sin embargo, Haití es un ejemplo de genialidad y
consecuencia en el ejercicio del poder propias de Clausewitz comparado con el
espectáculo que están ofreciendo el mandó de la ONU, de la OTAN, diversos
países de la Unión Europea y Washington en el patio de sus vergüenzas: Bosnia.
Y peligroso es que el ridículo, después de haber socavado la credibilidad de la
ONU, acabe afectando a la OTAN, el único órgano de seguridad con operatividad
para defender la seguridad de Occidente.
Aviones de la OTAN atacaron el jueves a un carro de combate
serbio cerca de Sarajevo. Motivo, soldados serbios habían herido a un casco
azul francés. Durante una semana, Sarajevo -zona protegida por el Consejo de
Seguridad- ha vuelto a ser atacado con armas ligeras y pesadas. Hubo civiles
muertos y heridos. No pasó nada. Durante ya un mes, la región de Bihac -zona
protegida por el Consejo de Seguridad- ha sido atacada con todo tipo de armas
pesadas por parte de las fuerzas serbias. Hubo decenas de muertos y heridos y no
pasó nada. Mientras, este mismo Consejo de Seguridad se dispone a aprobar la
recomendación del llamado Grupo de Contacto formado por EE UU, Rusia, Reino
Unido, Alemania y Francia, de levantar, parcialmente al menos, las sanciones económicas contra Serbia como premio a la cooperación del presidente
serbio Slobodan Milosevic en presionar a los bosnios serbios dirigidos por
Karadzic, para que acepten el plan de paz propuesto. Éste ya otorga el 49% del
territorio de Bosnia al autoproclamado líder de los serbios bosnios, Radovan
Karadzic. Ya acepta el principio de la división étnica. Pagaremos todos algún
día habernos doblegado al chantaje de la tribu y haber consentido esta negación
absoluta de las bases de la sociedad abierta. Pero eso ya está hecho.
Mientras los campeones del appeasement piden
encarecidamente un trato cordial hacia Milosevic, cientos de helicópteros
serbios han sobrevolado el espacio aéreo serbio-bosnio en la última semana. Los
observadores de la ONU dan por hecho de que no son vuelos internos. Mientras,
200 monitores internacionales mantienen la ficción de que Serbia está castigando a
sus hermanos en Bosnia cerrando unas fronteras por tierra que abre por la noche
por el aire.
Es comprensible que algunos apuesten ya por una Gran Serbia
como potencia regional y quieran congraciarse con ella. Pero es grave que suman
en el ridículo a la alianza militar común. Aunque quisiera, Milosevic no podría
cortar la cooperación entre dos ejércitos serbios, el que está en Serbia y el
que ocupa zonas de Croacia y Bosnia, que son el mismo. Han hecho juntos la
guerra y siempre recibieron más órdenes de Belgrado que de Pale. ¿Se quiere premiar
a Milosevic? Vale. Nadie se extrañe cuando, más adelante, se le ocurran otras
aventuras. Nadie se sorprenda tampoco de que otros caudillos llamen a la razón
de la raza para expulsar pueblos u ocupar territorios. Hecho el daño a los
principios que rigieron la Europa libre desde la caída del nazismo, pedimos tan
solo que la OTAN no haga el ridículo. Porque las consecuencias de lo habido
harán necesaria como nunca una OTAN con credibilidad.
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