Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
15.10.94
TRIBUNA
El Oberkellner (camarero jefe) es una institución
en los viejos cafés de Viena. A sus clientes habituales los tiene perfectamente
clasificados. El trato que les otorga depende algo de la simpatía de cada uno y
mucho de sus propinas. Robert, el Herr Ober del célebre Café
Landtmann saluda a los clientes por su nombre y les premia su asiduidad, y
generosidad con un título académico, gran deferencia en una sociedad tan devota
de éstos como la vienesa. A mayor afecto y propina, mayor honor. Paco
Eguiagaray, periodista vienés de adopción y vocación, escaló ya en la década de
los setenta todos los grados de apreciación social desde el Doktor a Herr
President -nadie sabe de qué-. Yo alcancé una nada desdeñable impostura
como Rektor.
Fue en el Landtmann, hace una década, donde conocí a Jörg
Haider. Estaba ya en plena ofensiva para hacerse con el mando del Partido
Liberal (FPOE) que aún ostentaba Norbert Steger, un hombre infinitamente aburrido
que intentaba mantener la línea liberal -y la coalición con el Partido
Socialista- en un partido que siempre tuvo una facción pangermánica
ultraderechista y fue cómodo refugio para viejos nazis. Haider nos aseguró a un
pequeño grupo de periodistas que se haría con el mando en el partido y
acabaría con la coalición. Anunció sus ambiciones en una "lucha sin
cuartel para acabar con la corrupta partitocracia" que enfangaba Austria.
Estaba en plena perorata el iconoclasta de Carinthia cuando Robert, gran conocedor
de gentes, se me acercó y musitó: "Parece un chulo de putas de
Klagenfurt".
No se le ocurría a Robert otro título -académico o no- para
este personaje tan faltón como bien parecido, tan modernillo de pinta como
tenebroso en sus instintos revelados. Gustaba ya por entonces Haider de
alternar los atuendos del folklore ruralista con zamarras italianas y lucirse
con pulseritas. Solo le faltaba un perro -bull terrier o Rothweiler- para pasar
por un proxeneta próspero de provincia. Ahora se ha hecho con el 23% del
electorado austriaco y asegura que será canciller en uno o dos años. Con aire
de matón y retórica de "al pan, pan y al vino, vino" ha declarado ya
obsoleta la democracia parlamentaria. Su intención consecuente es abolirla.
El escritor Joseph Roth solía calificar de Teutones de los
Alpes a esos austriacos que quieren suplir con militancia germánica su complejo
de inferioridad frente a los alemanes. Con su arrogancia frente a otros pueblos
del imperio austro-húngaro, fueron corresponsables de su hundimiento. Formaron
después la primera clientela fiel de Hitler en Austria. Son las almas gemelas
de los montaraces que, en toda Europa, llaman al asalto de las instituciones de
la sociedad abierta y laica. Les mueve la misma desconfianza frente a la cultura
urbana y multicultural que alberga Karadz¡c frente a Sarajevo, Zhirinovski
frente al cosmopolitismo o los neonazis alemanes ante la "pérdida de
identidad por la invasión de los inmigrantes".
Teutones de los Alpes son aquellos que niegan la diversidad,
que temen al diferente, que quieren expulsar a los extranjeros e ignorar al
Tercer Mundo porque -se oye mucho- "la caridad bien entendida empieza por
uno mismo", que descalifican a los políticos y a los parlamentos, que
quieren poner orden de una vez por todas, que hablan con añoranza de
la honradez de pasadas dictaduras, desprecian como debilidad a la
mesura e insultan a quien no se adhiere a sus tesis. Se nutren tanto de la
insatisfacción objetiva ante las dificultades económicas y las debilidades y
flaquezas de los partidos como del miedo que ellos se encargan de generar y
difundir.
Como al morir Roth en 1939, surgen en toda Europa. Pero hoy
no los dirigen como entonces generales africanistas ni fascistas iluminados.
Son los chulos, especuladores y pícaros los que, en nombre de la virtud, se han
puesto a la cabeza de la manifestación contra la democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario