Por HERMANN TERTSCH
El País Lunes,
21.08.95
TRIBUNA
¡Lo que nos faltaba! El Gobierno no hace sino achicar, en
pánico, agua envenenada. El presidente está ausente. Pujol harto. La derecha,
pendiente de las ondas hertzianas, obediente a sus inflamados consejeros
aúlicos. Los comunistas, creyentes. La Policía enfadada con la Guardia Civil.
Los manchegos con los andaluces. Y la Liga de Fútbol Profesional se presenta en
televisión como la cuadrilla triunfal de los hombres de Atapuerca. Tenemos sed,
calor y los bosques arden. Y ahora, señores, se anuncia la llegada de la
Fundación Carter para resolvernos lo que llaman el "problema vasco".
Como dicen los habitantes de Sarajevo, "anuncian un alto el fuego, ¡corran
todos al refugio!".¡Que bonito es moverse por el mundo con la buena
intención de desfacer entuertos! Norteamericanos tan vinculados a la fe de
Carter como el presidente Woodrow Wilson ya nos quisieron hacer felices a los
europeos imponiéndonos un orden tan piadoso que no había cumplido éste aun
quince años y ya había hecho germinar la peste parda y allanado el camino hacia
la guerra que costó 50 millones de muertos. Ahora otros bienintencionados como
aquel nefasto predicador, andan puerta a puerta por Euskadi intentando
convencernos de que nos debemos llevar bien todos. Son la Fundación Carter. Su
lema: "lo que necesitas es amor". La iniciativa parte al parecer de
Elkarri, otra sección de la internacional de la buena gente, dispuesta siempre
a tirar por la borda los principios que resulten molestos para una empresa tan
cristiana como la de transportarnos al reino de la armonía. Equiparación entre
verdugo y víctima. Amistad con el asesino, tolerancia con el crimen, felicidad
y adiós problemas.
Reconozco mi falta de simpatía por ciertos pacifismos,
bienintencionados y filantrópicos, religiosos, corruptos o todo a la vez. Tiene
mucho que ver con aquellos hombres de la paz que se manifestaban en Londres en
1938 por la amistad entre Inglaterra y Alemania y sus regímenes enfrentados.
Algunos pasaban después por la embajada alemana a recoger el sobre de
remuneración de sus desvelos, financiados con las sobras de los preparativos
militares alemanes para arrasar Europa. Después llegaron aquellos que tachaban
de criminales las armas nucleares que la OTAN quería desplegar para compensar
el sistemático rearme soviético. Y se reunían en Praga en viajes pagados -¡qué
excelentes comidas, qué coches oficiales para los bienintencionados, qué
agasajos allá en 1982 en aquel Congreso Mundial por la Paz!- y se entusiasmaban
con la convivencia que propugnaba la URSS mientras en la calle la policía
detenía a aquellos molestos disidentes que querían recordar Afganistán y a las
víctimas del comunismo.
Muchos años más tarde hemos podido comprobar como algunos
pacifistas, unos honrados, otros sobrecogedores, nos han intentado
convencer de que en los Balcanes todos son iguales y hay que conseguir la paz a
toda costa, ayudando a ganar al verdugo y persuadiendo a la víctima de la
irreversibilidad de su derrota. Cuanto antes mejor. Paz y armonía para todos y
los bosnios con Alá.
Y ahora, la Fundación Carter y Elkarri -reforzada y
agraciada por juegos de azar- nos quieren convencer de que nos tenemos que
reconciliar con ETA y sus cómplices. En realidad, nuestra necesidad de tal
reconciliación viene a ser la misma que la de los norteamericanos con quienes
pusieron la bomba en Oklahoma. Aquí solo hay que cumplir una regla -no matar,
no secuestrar, no extorsionar y todos estaremos muy pronto reconciliados por
muy diversas que sean nuestras opiniones que, dicho sea de paso, espero lo
sigan siendo, porque demuestra que estamos vivos. Aún más, me atrevo a
vaticinar que esta sociedad será lo suficientemente magnánima como para acoger
en su seno a quienes se arrepientan de su pasado criminal. Cuando se hayan
reconciliado con la idea de no asesinar al vecino y hacer suyos los principios
de la sociedad democrática. Pero intentar convencernos de la necesidad de
armonía con los asesinos en activo es un insulto. Y además un insulto inútil,
porque no nos convencerá nadie. Ni Carter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario