Por HERMANN
TERTSCH
Enviado Especial a Viena
El País Domingo,
26.05.96
ENTREVISTA
El líder socialdemócrata austriaco, que gobierna en
coalición con los conservadores del Partido Popular, propone la conjunción de
una política de izquierdas con el proyecto de unidad europea. Vranitzky
defiende el mantenimiento de los actuales niveles de protección social y la
necesidad de impulsar una política de empleo para que el proyecto europeo
funcione y sea aceptado por los ciudadanos.
El canciller federal austriaco, Franz Vranitzky, de 58 años,
tenía todos los visos de ser un gobernante efímero cuando se hizo cargo del
Gobierno. Hoy, 10 años después, tiene muchas posibilidades de llegar a superar
en la cancillería al legendario Bruno Kreisky. Pese a su pasado y aspecto de
banquero, ha vencido ya todas las resistencias dentro de un partido
socialdemócrata de tan larga tradición como el SPOE. La gran coalición con el
conservador Partido Popular logró algo que parecía aún más difícil, como romper
la fuerte oposición a la integración de Austria en la Unión Europea con una
amplia victoria a favor del sí en referéndum. Sobre el palacio de
Ballhaus, que Metternich convirtió después de la derrota de Napoleón en el centro
neurálgico del reordenamiento político y territorial de Europa durante el
Congreso de Viena, ondean la bandera austriaca y la azul de 12 estrellas de la
UE. Es allí donde Vranitzky ofrece lo que casi no se oye últimamente a lo largo
y ancho del continente, la conjunción de una política de izquierdas con el
proyecto de unidad europea.
Pregunta. En España generó impaciencia el largo proceso
de formación de Gobierno tras el 3M. Ustedes tardaron cuatro meses en renovar
la coalición. ¿Tan difícil fue?
Respuesta. No se trata de dificultades fuera de las
normales de establecer una coalición entre dos partidos tan diferentes, con
conceptos muy diversos. Y que, sin embargo, ha movido muchas cosas en 10 años
de existencia.
P. Extraña, sobre todo, porque no se veía alternativa a
esta fórmula desde que el tercer partido, el liberal, dirigido por Haider,
parece inaceptable como socio por su mensaje ultraderechista.
R. Es cierto que mientras Haider encabece el Partido Liberal
es imposible que forme una coalición con nosotros, los socialdemócratas. El
Partido Popular se había dejado abierta esta opción, pero, en realidad, también
es consciente de que ningún partido en Austria tiene posibilidades de mayoría
si se presenta como posible aliado de Haider. Por eso fracasaron los sueños
iniciales de los populares. No existe peligro alguno para la actual coalición.
En todo país con una coalición de los dos grandes partidos del espectro
político surge una fuerza que cosecha las insatisfacciones. Pero recuerde que
Haider no sólo ha perdido votos en las últimas elecciones, sino que, tras 15
años de presencia en primera fila y 10 como líder de su partido, está tan lejos
como siempre de tener influencia alguna en la política del Gobierno austriaco.
Haider juega a ser candidato a canciller, pero ni lo es ni lo será.
P. No han pasado aún dos años desde el referéndum sobre la
integración en la UE y los austriacos parecen ya hastiados. ¿Cómo explica este
rápido crecimiento del euroescepticismo?
R. Hay que entender que se han juntado unos acontecimientos
muy graves y decisivos en los dos últimos años. El primero, la caída de los
regímenes del Este; con ella, la desaparición del telón de acero. Esto ha hecho
que confluyan de nuevo los pueblos y los hombres. Al mismo tiempo, el enorme
aumento de la productividad presiona al mercado laboral y se incrementa el
desempleo. Y además, y esto requiere una respuesta política, los beneficios de
este crecimiento de productividad se invierten en otras partes o en sectores no
productivos, como los mercados financieros. La combinación de todos estos
fenómenos provocan profunda inseguridad, y, como siempre, el hombre busca
responsables. E identifican los crecientes problemas con la integración
europea. Por eso la política tiene una gran tarea por delante. Porque el modelo
europeo no es peor ahora que antes, sigue siendo bueno. Pero para llevarlo a
cabo necesitamos la aceptación de la gente. Por eso la política vuelve a tener
un protagonismo que no ha tenido en los años pasados. Durante los años de
bonanza hemos estado en lo que cabría llamar una época tecnocrática, pero
vuelve la época de lo político. La pregunta capital ya no es Europa, sí o no,
sino cómo superamos juntos en Europa nuestros problemas.
P. Austria ha creado en los pasados decenios una red social
muy estrecha. Pero ya parece infinanciable. En muchos países se habla de
desmantelamiento o drástica reducción de sus propias redes. Y aumenta la
tensión social. Cómo afronta esta reforma.
R. Estamos en plena discusión al respecto, y ya hemos tomado
ciertas medidas. Pero yo pongo por principio en duda esa tesis de la
imposibilidad de financiar la red social. Nosotros no debemos luchar contra,
sino por la red social. Es cierto que nuestro nivel social es muy alto, por lo
que no tenemos que aumentarlo en los próximos años. También habrá que hacer
recortes en ciertos sectores. Pero, ante todo, habrá que lograr de nuevo un
crecimiento económico que nos permita mantener los niveles de protección. Hoy
muchos dicen que sólo seremos competitivos en Europa si reducimos salarios y
desmantelamos redes sociales. Yo creo que eso no es ni una postura
socialdemócrata ni ambiciosa. Hay que volver a ser ambicioso políticamente y
buscar por innovación, por formación e investigación las condiciones para
mantener y aumentar los niveles de vida, no rebajarlos.
P. Ni siquiera Alemania cumple ya los criterios de
Maastricht. ¿Cree que ustedes lo harán en los plazos previstos? Y en caso de
que el núcleo germano-francés no lo lograra, ¿cuál cree será la situación en
que nos hallemos?
R. Estamos haciendo todo lo posible, y confío en que Austria
cumpla los criterios en los plazos previstos. Creemos que hay que hacer un gran
esfuerzo para que no se diluyan los criterios ni se retrasen los plazos. Pero
creo también que ante la Conferencia Intergubernamental deben establecerse
nuevas medidas más allá de los criterios fiscales y monetarios, con programas
de empleo especialmente. Pienso entre otras cosas en el Plan Delors. En caso
contrario, corremos el peligro de que se creen unas tensiones sociales y nuevos
problemas que por sí mismos pueden impedir la integración. Yo he presentado un
informe en nombre de la socialdemocracia europea en el que manifiesto que es
imprescindible, no como sexto criterio, pero como medida adicional, impulsar
una política de empleo tanto a nivel nacional como europeo. Es una condición
imprescindible para que la Unión Monetaria llegue a buen puerto en 1999, y no
sólo desde la lógica económica, sino también desde una lógica psicológica.
Porque para que la Unión Monetaria funcione, la moneda debe ser aceptada y
tener la confianza de la gente.
P. También es actual el dilema entre integración y
ampliación. ¿Cómo se ve desde una posición de miembro recién llegado?
R. Cuando se habla de ampliación, muchas veces sólo se
consideran los factores económicos. Yo creo que éste no es el planteamiento
correcto, o al menos no el único. La filosofía que subyace al proyecto europeo
tiene por objetivo crear una amplia zona de seguridad común y paz en Europa.
Desde ese punto de vista, sólo se puede contestar con un sí a la ampliación.
Creo que en la primera fase la ampliación debe dirigirse a los países del Pacto
de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia) más Eslovenia y
Malta. Respecto a los plazos, creo que debería comenzarse cuanto antes después
de la Conferencia Intergubernamental. Respecto a la financiación, es cierto que
requerirá un esfuerzo, pero hay que ver que este esfuerzo también se hace con
el Mediterráneo.
P. Finalmente, ¿no es paradójico que, mientras sus vecinos
orientales pugnan por entrar en la OTAN, los políticos austríacos parecen aún
rehuir un debate sobre la integración en las organizaciones de la seguridad
común?
R. Yo no lo rehúyo, pero sí creo que la política de
seguridad en Europa no es estrictamente militar. Si bajamos a la calle y
preguntamos cuáles son las amenazas que perciben los transeúntes, ninguno nos
dirá que la militar. Están las mafias, la droga y otras. Es más urgente
desarrollar Europol, y si los británicos siguen negándose a participar, habría
que plantearse hacerlo entre 14. Estamos en la Asociación para la Paz con la
OTAN y observadores en la UEO. Pero no veo por qué debemos echar por la borda
la neutralidad sin que por ello lleguemos al sistema de seguridad común
europeo. Estamos dispuestos a toda cooperación, incluida la militar, si
responde a nuestras posibilidades. Desde el actual punto de vista, no nos
planteamos la solicitud de ingreso en la OTAN.
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