Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
03.05.97
TRIBUNA
El líder del régimen islamista de Teherán, el ayatolá Jamenei,
dice que Irán no tiene ninguna prisa por que vuelvan allá los embajadores de la
Unión Europea. Éstos abandonaron Irán cuando un tribunal alemán, juzgando a los
asesinos de cuatro kurdos en Berlín, llegó a la conclusión de que actuaron por
orden directa de la cúpula del régimen de Teherán. Quedaba así confirmada la
sospecha de muchos y convicción de no pocos. El régimen iraní no sólo comete
crímenes contra sus propios ciudadanos en casa. También envía a verdugos a
actuar en países con los que dice mantener relaciones normales.
La UE no quiere seguir manteniendo congeladas sus relaciones
con Teherán. Pero la situación ya no es la misma que antes de la sentencia. Ha
tenido que reconocer el fracaso absoluto de su llamado diálogo crítico, una
política que se justifica con la teoría de que los derechos humanos en Irán se
defienden mejor desde la simpatía al régimen que desde la denuncia.
La UE ya no puede pretender ignorar lo evidente y demostrado. Y las relaciones
están, de hecho, afectadas. Jamenei ha advertido que "Occidente pagará un
alto precio" si no se reinstala en la pretensión de la ignorancia. Lo que
exige Teherán es impunidad. Y, para lograrla, amenaza con represalias.
Por otra parte, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU
rechazaba hace unas semanas una moción tímidamente condenatoria de la violación
de los derechos humanos en China. Nadie vaya a creer que la mayoría pensaba que
la moción era injustificada. Y nadie crea que votaron como lo hicieron porque
les parece bien que se violen los derechos humanos en China. No. Eran votos de
gente decente. Pero no votaron por convicción. Lo hicieron por miedo. Bajo amenazas
de que pagarían un alto precio si condenaban oficialmente la masiva y
sistemática violación de los derechos humanos en China. Pekín no niega los
crímenes. Lo que exige a la comunidad internacional es el reconocimiento
universal de su derecho a practicarlos. Demanda, como Teherán, impunidad. Y
amenaza con represalias a quienes se la nieguen.
Quien es un rufián en casa difícilmente será un caballero
fuera. Esto se suele tener en cuenta cuando se da bola negra (veto al
ingreso) a un aspirante a miembro de un club social. Lo que no impide hacer
negocios con él, pero sí pretender que se le considera honrado. Regla sabia.
Las democracias debieran sentirse lo suficientemente seguras y afines entre sí
como para dar bola negra a quienes se comportan como rufianes. Con
sus ciudadanos y con el derecho internacional.
El relativismo cultural y moral tan en boga en Occidente
demanda ignorar los principios en las relaciones internacionales. Supone que
los citados regímenes, que reprimen, torturan y ejecutan, van a negarse a
negocios que les interesan por el mero hecho de haber sido criticados.
Considera que las relaciones con estos países han de ser cálidas. Sacrifica los
principios. Pero no está claro que consiga beneficios a cambio. Es harto
improbable que Teherán y Pekín renuncien a negocios de su interés por condenar
principios que sus socios potenciales defienden.
Las democracias deberían enfrentarse unidas al matonismo
diplomático de Pekín, Teherán y otros. Porque, si no, se hacen vulnerables al
chantaje. Competir en el comercio exterior, también con regímenes de esta
catadura, es legítimo. Pero no lo es el cortejarlos en la mentira. Y buscar
ventajas comerciales a base de complicidades es amoral, insolidario con quienes
tienen el coraje para la denuncia y peligroso porque mina la cohesión entre las
democracias. Es todo una cuestión de dignidad. Pero también de intereses.
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