Por HERMANN TERTSCH
El País, Ankara,
06.06.97
El Ejército turco no va a dar un golpe de Estado. Eso está
descartado, según reafirmaron ayer fuentes políticas en Ankara, que coinciden
con otras de Estambul. Las razones son varias. La primera es que el primer
Gobierno islámico en Turquía está ya muerto de hecho y ha quedado demostrado
que la continuidad del mismo es del todo inviable. Sólo falta que lo entiendan
quienes lo dirigen, el primer ministro islamista, Necmettin Erbakan, y Tansu
Çiller, la dirigente de centro-derecha que lo apoya como recurso desesperado
para seguir en el poder.
La segunda razón es que los militares entienden
perfectamente la situación, son conscientes de que han logrado su intención sin
recurrir a una intervención abierta y saben que ellos en el poder no tendrían
soluciones políticas, sino que se convertirían en parte del problema. En tercer
lugar, porque, se produzca o no la prohibición del partido islamista Refah de
Erbakan, que ya ha solicitado la Fiscalía General del Estado, no habrá ni antes
ni después de las próximas elecciones ningún partido laico que forme de nuevo
coalición con los islamistas. "El ejército ha dado por concluido el experimento
de la gobernación por parte de los islamistas. Lo hizo ya el 28 de
febrero", afirman fuentes de Ankara.
Ese 28 de febrero, el Consejo Nacional de Seguridad, un
órgano mixto del mando militar y del Gobierno, pero en realidad el organismo
por el cual el ejército fiscaliza al poder civil, expuso una lista de 18
condiciones que el Gobierno debía adoptar. Pese a su resistencia, hoy ya está
claro que el Gobierno ha tenido que acatar las medidas. Así, el islamista
Erbakan se ha convertido en el primer ministro turco que más medidas ha firmado
en contra del islamismo político. Ha firmado la ampliación de la educación
obligatoria que impedirá que los niños en los segmentos más pobres de la
sociedad entren ya a los diez u once años en las escuelas islámicas y que las
niñas queden definitivamente encerradas en sus hogares, trabajos y oraciones,
sometidas al proselitismo. Ha firmado incluso la depuración de oficiales
islamistas en el ejército. El pulso entre el islamismo y el ejército, que se
considera tutelador de la república laica desde su fundación en 1923, ya se ha
producido. Y el islamismo ha perdido, señalan dichas fuentes.
Tres veces en 20 años
El ejército turco dio tres golpes de Estado entre 1960 y
1980. Los tres siguieron a procesos de desestabilización política que, según
los militares, ponían en grave peligro a la república turca, su integridad y
seguridad, así como su capacidad de defensa contra el enemigo de entonces que
era la Unión Soviética para este Estado, el miembro más oriental de la Alianza
Atlántica. Sin embargo, los militares turcos jamás intentaron mantenerse en el
poder como otros ejércitos de tradición golpista en el mundo, y siempre
entendieron sus intervenciones como una forma de recomponer el orden en la
democracia tutelada que Turquía ha sido desde su fundación, bajo Atatürk. De
ahí que, pese a los tres golpes militares, el ejército siga siendo la
institución más respetada y con mayor prestigio de Turquía.
Las diferencias con Argelia e Irán son muy evidentes, según
coinciden en señalar políticos, sindicalistas e intelectuales. Turquía tiene
una larga tradición y continuidad como Estado fuerte -al contrario que
Argelia-, en el que la religión siempre estuvo subordinada al poder -lo que no
es el caso en Irán-. En varias ocasiones en los dos últimos siglos, el ejército
otomano intervino para poner fin a revueltas de fanáticos religiosos. A estas
intervenciones siguieron largos periodos en los que la religión dejó de tener
relevancia política.
Son muchos los que piensan que esto volverá a repetirse
ahora. Consideran que el fracaso del islamismo en el Gobierno y la creciente
movilización y cohesión laica en su contra le harán perder su fuerza inicial y
darán el suficiente tiempo, a la sociedad turca, en rápido proceso de
desarrollo, a fortalecer sus defensas en contra del fanatismo religioso. Y
descartan que el islamismo turco pueda recurrir a la violencia una vez
marginado del poder, tal como ha hecho en Argelia. El islamismo puede amenazar
e intimidar a mucha gente desde la legalidad, pero no recurrirá a las armas en
contra del Estado turco. Es respetuoso con el Estado aunque no lo sea con la
democracia. Además, no tendría posibilidad alguna, señala el escritor Orhan
Pamuk, amenazado por los islamistas no hace mucho.
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