Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Calcuta
El País Domingo,
14.09.97
EL ADIÓS A TERESA DE CALCUTA
La reina Sofía y otros representantes de Estados depositaron
una corona junto al féretro de la madre Teresa
La madre Teresa fue enterrada ayer en la sede central de las
Misioneras de la Caridad en Calcuta, tras recibir el homenaje del Estado indio,
la comunidad internacional y representantes de todas las confesiones en unas
honras fúnebres con especial protagonismo del Ejército. La población de
Calcuta, principal destinataria de su caridad y ayuda durante los últimos
setenta años, hubo de limitarse a ver pasar el armón de artillería con su féretro
por las calles. El cortejo se dirigió desde la iglesia de Santo Tomás, donde ha
estado instalada su capilla ardiente desde que muriera el viernes de la pasada
semana, hasta el estadio Netaji, donde se celebró el funeral ante más de 200
dignatarios y 5.000 personas, en su mayoría invitados.
Durante el acto religioso, el secretario y enviado especial
del papa Juan Pablo II, Angelo Sodano, así como el obispo de Calcuta, D'Souza,
evocaron la vida y la labor de la madre Teresa y llamaron a seguir su ejemplo en
la entrega a los más necesitados. Representantes de otras religiones, del
hinduismo, del islam, de los sijs, del budismo y los farsis, rezaron según sus
propios ritos y elogiaron la labor de la madre Teresa. Después del funeral, los
altos dignatarios oficiales, entre ellos la reina Sofía, Fabiola de Bélgica,
Noor de Jordania, Hillary Clinton, varios jefes de Estado, ministros y el
presidente de la India, Narayanan, depositaron coronas de flores junto al
féretro expuesto en el Palacio de Deportes. A continuación, el mismo cortejo,
dirigido por un general y formado por ocho vehículos militares, volvió a
recorrer en sentido contrario todo el trayecto a través del gran parque de
Maidan para dirigirse a la Casa de la Madre.
A la ceremonia del sepelio sólo pudieron asistir las
hermanas de la orden de la madre Teresa, obispos y algunos religiosos que
fueron estrechos colaboradores de la fallecida. La población congregada para
ver el cortejo no llegó probablemente a la cifra del millón hecha pública por
el Gobierno indio, pero sí fueron en todo caso muchos cientos de miles. Muchos
se habían congregado a lo largo del trayecto a primeras horas de la mañana y en
parte procedían de puntos muy alejados de Calcuta.
Cordón de seguridad
Que la multitud asistente fuera menor de lo previsto
obedecía según todos los indicios, a las intenciones de las autoridades
organizadoras, del Ejército y de la propia Iglesia católica, que parecía
compartir los temores a que se produjeran incidentes de orden público. El
obispado de Calcuta había pedido públicamente, horas antes del funeral, que
aquellas familias que tuvieran televisor abrieran sus casas a quienes carecen
de él para compartir ante la pantalla la ceremonia y el recuerdo a la madre
Teresa. Este obvio llamamiento a ver la ceremonia desde los hogares fue
ampliamente seguido por la clase media de Calcuta.
No se produjeron incidentes de importancia, aunque durante
más de veinte minutos, en el trayecto hacia el estadio, unos cientos de
personas rompieron el cordón de seguridad de policía y Ejército y acompañaron
corriendo el armón que llevaba el féretro antes de ser expulsados de la calzada
por soldados con largos bastones.
La seguridad era la máxima prioridad, según venían
manifestando desde hace días los organizadores civiles y militares del acto.
Esto había generado ciertos roces con la Iglesia y ante todo con las Misioneras
de la Caridad, que insistían en una mayor presencia en los actos de aquellos a
los que la fundadora había dedicado su vida, es decir, los sectores más
marginados de la sociedad, los más pobres, los tullidos, leprosos y otros
enfermos.
Al final, tuvieron que contentarse con que, durante el
funeral, un representante de cada uno de estos grupos hiciera una ofrenda
simbólica a la madre Teresa. Además, era bien visible, por los saris blancos
con ribete azul que tan famosos hizo la fundadora de la orden, la presencia de
varios cientos de hermanas de la caridad llegadas de todos los centros con que
cuenta en más de cien países en todo el mundo.
Cuando concluyó la ceremonia, organizadores del funeral
oficial del Estado indio y autoridades religiosas no podían ocultar su alivio
por el hecho de que no se produjeran incidentes. La Iglesia católica había
despedido a quien ha sido su símbolo más popular junto al papa Juan Pablo II.
El Estado, y en su nombre el Ejército, había homenajeado a quien con Mahatma
Gandhi es ya hoy, en palabras del primer ministro Gujral, la mayor personalidad
de la India moderna.
Tan sólo los más pobres entre el público en la calle
expresaban ayer su temor a que, desaparecida la figura inigualable de la madre
Teresa con su inmenso poder de persuasión y de recaudación de fondos para sus
misiones, ellos ya no fueran a recibir en el futuro la ayuda que les prestaba.
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