Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
27.05.95
TRIBUNA: GUERRA EN LOS BALCANES
Cualquier día nos cuenta alguno por aquí que Milosevic y
Karadzic son dos agentes del felipismo y sus objetivos reales y perversos
se concentran en integrar militarmente a España en la OTAN. La
demagogia cañí está desatada de nuevo. Y ahora retorna una cuestión
durante muchos años olvidada, como son los términos de la pertenencia de España
a la Alianza Atlántica. Aquellos que estuvieron durante décadas denunciando a
la OTAN como máxima expresión de la maldad intrínseca del imperialismo habían
guardado un discreto y conveniente silencio en los últimos años. Al menos desde
que comprobaron que, nada más recobrar su libertad de elección y soberanía, los
países a los que ellos querían salvar de la OTAN no tienen mayor aspiración que
la de ingresar en ella. Ahora resulta que la participación de aviones españoles
en operaciones de las fuerzas de la OTAN contra objetivos militares de las
fuerzas serbias en Bosnia, por mandato expreso e inmediato de la ONU y
obedeciendo a varias resoluciones del Consejo de Seguridad, es equiparable a
las aventuras militares de Primo de Rivera en Marruecos. Lo que faltaba ya para
demostrar que este Gobierno está compuesto por una banda
de Mefistófeles era que nos metiera en una guerra.
Discrepemos. Lo más lamentable de estos ataques aéreos sobre
el cuartel general de las fuerzas serbias en Bosnia y guarida de Karadzic
-posiblemente el mayor criminal de guerra en activo en Europa desde el fin del
nazismo-, es que no se produjeran hace tres años. Y en eso sí que tiene parte de
culpa el Gobierno español, que ha sido, con los Gobiernos de Francia y el Reino
Unido, campeón del appeasement, de la política de aplacar con
concesiones a la parte más fuerte en el conflicto y, por tanto, más capaz
de molestar a Occidente.
Ahora, la ONU y la OTAN han comprobado que, concesión tras
concesión, derrochando comprensión hacia Pale y Belgrado, insistiendo en la
equiparación entre los que defienden una sociedad abierta y plural y los que
matan por el mito tribal, sólo han logrado estar igual que hace tres años, pero
con 200.000 muertos más, mayor radicalización de todas las partes y un
desmoronamiento del prestigio de la ONU que ha comenzado a afectar también al
de la OTAN. No es precisamente un balance glorioso. Pero además es muy
peligroso en este mundo en el que los conflictos se multiplican, muchos de
ellos originados por el renacimiento del fanatismo tribal o religioso, del que
Karadzic es un perfecto exponente. Y si alguno piensa que el conflicto de Bosnia
no nos afecta, por lejano, habrá que recordarle que se están gestando otros
muchos más cercanos que sí pueden amenazar seriamente a nuestra seguridad
nacional. Y sólo podremos afrontarlos con garantías desde una firme posición
como miembro activo de una OTAN con su credibilidad y operatividad intacta.
Se deberían tranquilizar muchos de los que critican la
participación de aviones españoles en estas operaciones en Bosnia. Al fin y al
cabo no van dirigidas contra camaradas de aparatos militares comunistas de
Europa oriental, sino contra el embrión más avanzado de un Estado nazi en la
Europa actual. Y el antifascismo es fundamento irrenunciable del orden
democrático y la sociedad abierta. Es cierto que la izquierda comunista pasó
dos años, después del Pacto Hitler-Stalin y hasta el asalto nazi contra la
URSS, en muy amigable relación con el nazismo. Y que ultranacionalistas y
comunistas forman hoy alianzas bien avenidas en muchas partes, desde el
Parlamento ruso hasta el Gobierno rumano, pasando por Pale. Pero está muy
demostrado que donde se impone el mito tribal no hay democracia, ni derechas ni
izquierdas, sino racistas sumisos y enemigos. No se puede condenar al fascista
en casa y protegerlo fuera. Y no hay mejor razón de empuñar las armas que la
defensa del débil, de los derechos de las víctimas y de la sociedad libre que
nosotros tenemos la suerte de gozar. Se echa en falta algo más de solidaridad e
internacionalismo democrático y menos demagogia aldeana.
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