Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Bucarest
El País  Lunes,
30.09.91
TRIBUNA: ANÁLISIS
Rumanía ha sido escenario del primer golpe de Estado con
éxito en la Europa poscomunista. Cinco semanas después del fracasado intento en
la URSS, una amplia alianza de fuerzas antirreformistas han logrado derribar al
Gobierno de Petre Roman utilizando como fuerza de choque a los mineros del valle de Jiu. Bajo el lema aquí tan popular de "abajo el comunismo",
las fuerzas involucionistas han dado un golpe al débil núcleo de reformistas
apiñados en torno a Roman.
Éste y sus seguidores buscan ahora desesperadamente la forma
de lanzar una contraofensiva para impedir lo que en Bucarest muchos creen ya
consumado, la puesta en marcha atrás del curso de la historia.
La presencia de miembros de una fantasmal organización
militar (CADA) junto a los líderes mineros, la pasividad del ejército durante
los ataques contra la sede del Gobierno y el Parlamento y la complicidad de los
diputados del Frente de Salvación Nacional y de la oposición con la violencia
minera son algunas de las piezas del rompecabezas conspirativo. Las fuerzas
involucionistas han dirigido un amplio abanico de compañeros de viaje para
poner fin a los intentos de modernización que ponían en peligro los intereses
de las castas dominantes en la dictadura.
Han liquidado al Gobierno, vaciado de la última legitimidad
y credibilidad al Parlamento surgido en mayo de 1990, han humillado y
convertido en su rehén al jefe del Estado, Ion Iliescu, y han forzado a la
incapaz, confusa y desorganizada oposición a adherirse al golpe. "Adiós a
Europa", sentenciaba ya el jueves el diario Tineretul Liber la
suerte de Rumanía. "Los mineros han metido al país en sus pozos. La
reforma económica parece ya muerta. Esto es un desastre y Europa deberá tomar
medidas", señalan fuentes diplomáticas occidentales.
Misión cumplida
Cuando los últimos mineros abandonaron el sábado Bucarest,
su tarea principal había concluido. Había caído el Gobierno de Petre Roman.
Éste había sido aupado al poder por el aparato comunista que, integrado en el
Frente de Salvación Nacional (FSN), había logrado ganar las elecciones de 1990.
Sin embargo, sus reformas bajo los auspicios del Fondo Monetario Internacional (FMI)
chocaban ya abiertamente con los intereses del propio partido.
Los mineros de Jiu, hoy los trabajadores mejor pagados de
todo el país -con sueldos de hasta 18.000 leis, cobran prácticamente lo mismo
que los ministros- fueron traídos a Bucarest por las mismas fuerzas que les
llamaron en junio de 1990, es decir, el aparato comunista y los agentes de la
antigua Securitate que desde la represión minera de 1978 bajo Nicolae Ceausescu
tienen controlados a los mandos sindicales de estos pozos.
Como principal instigador de la llegada de los mineros a la
capital, fuentes cercanas a Roman acusan al reconstruido PSM (Partido
Socialista de los Trabajadores) dirigido por Ilia Verdet, antiguo colaborador
de Ceausescu. Sus agentes han contado con la colaboración de medios del FSN que
acusan a Roman de "vender el país" con sus reformas, de los servicios
secretos (SRI) integrados por antiguos miembros de la Securitate y de la
derecha tradicionalista.
La actuación de los 10.000 mineros en Bucarest aporta
numerosas claves sobre la trama involucionista, a la que a última hora se han
unido diversas fuerzas, ya por ceguera política, por miedo y una falta de
caracter típica en esta sociedad aplastada durante décadas de implacable
dictadura. Los resultados demuestran que los objetivos del aparato burocrático/policial/militar, paralizar la reforma política y secuestrar al Estado para
el futuro próximo, han sido alcanzados.
Los mineros, que controlan el principal factor estratégico
en la producción de energía, el carbón, ahora que los suministros soviéticos de
gas y crudo han dejado de llegar, se han hecho por la fuerza con un derecho a
veto sobre la política del país. Congelación de precios, aumento de salarios,
reanudación de las subvenciones, fin a la "privatización", no a
"especulación", todas las reivindicaciones de una masa mísera,
ignorante y violenta de mineros manipulados forman parte del catálogo
programático clásico de las fuerzas golpistas en el este de Europa.
El líder de los mineros, Miron Cosma, un oscuro personaje
con dotes populistas, hizo firmar a Iliescu un acuerdo de cinco puntos en el
que éste se compromete a "investigar al Gobierno de Roman" por una
supuesta violencia contra los trabajadores que llegaban a Bucarest arrasando
todo en su camino. "Iliescu llamó el año pasado a los mineros para acabar
con la oposición. Entonces fue el instigador, esta vez simplemente un pelele de
la trama", señala un diplomático.
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